Con sobrado mérito, Octavio Paz, nuestro portento de las letras, fue incluido en el libro “Genios: Un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares”. Harold Bloom, autor del citado texto, catalogó al bardo mexicano como “un genio que deseaba desesperadamente fusionar la poesía y la vida”.
Si bien los estudiosos del tema no se han puesto de acuerdo sobre qué es exactamente lo que distingue a un genio del resto de la población, en “The hidden habits of genius” (“Los hábitos ocultos de los genios”), Craig Wright presenta su propia definición: “Un genio es una persona de extraordinarios poderes mentales, quien a través de su visión y legado logra cambiar la sociedad de una manera significativa”.
La definición anterior le cae como anillo a dedo al autor de “El laberinto de la soledad”, un sobrio ensayo que – por sí mismo – resignificó nuestro entender de la identidad mexicana. A decir de Wright, otro de los rasgos distintivos de un genio es su amplio conocimiento de diversas áreas del saber. La extensa obra del maestro Paz así lo demuestra. De acuerdo con el Instituto Cervantes, de su prolija pluma surgieron alrededor de 30 libros de poesía, 40 de ensayo, varios de prosa poética e inclusive una obra de teatro. En el género poesía destacan “Piedra de sol” y “Libertad bajo palabra”; en ensayo, “El arco y la lira”, “Tiempo nublado” y “Conjunciones y disyunciones”; en prosa poética, “La llama doble” y “El mono gramático”.
Su mente exquisita engendró versos mágicos: “Hay que dormir con los ojos abiertos, hay que soñar con las manos… hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, troncos, ramas, ramas, pájaros, astros…” (El cántaro roto, 1955). Y de su mente lúcida, ideas que abrieron camino: “Los templos y dioses del México precolombino son un montón de ruinas, pero el espíritu que inspiró vida en ese mundo no ha desaparecido; nos habla en el lenguaje hermético del mito, la leyenda, las formas de convivencia social, el arte popular, las costumbres. Ser escritor mexicano significa escuchar la voz de ese presente, esa presencia. Escucharla, hablar con ella, descifrarla: expresarla” (Discurso al recibir el premio Nobel de Literatura, 1990).
Como podemos ver, un genio va más allá de un “cerebrito” de primera línea. En una entrevista concedida a BBC Mundo, Wright explicó que el coeficiente intelectual del genio está sobrevalorado, ya que – desde su punto de vista – “existe otra cantidad de factores y motivaciones, que son los que, a la larga, impulsan a alguien hacia la grandeza y le otorgan la capacidad de cambiar el mundo”.
Siguiendo una metáfora del reino animal, Wright plantea que el genio se asemeja más al zorro, un cánido que sabe mucho de diferentes cosas, que al erizo, un omnívoro nocturno que sabe mucho de una sola. De ahí que le sugiera a los padres de familia que si desean conducir a sus hijos por el sendero de la genialidad, los expongan desde pequeños a una variada cantidad de experiencias, más que centrarlos en una sola actividad.
En la tercera entrega de esta serie, enlistaré las 14 características que, de acuerdo con Wright, les son comunes a los genios. Y, ¿por qué no?, es posible que tú o alguno de tus hijos posean más de las que pudieras pensar.