Toda información que esté relacionada con nuestra salud y lo que esta implique, debe estar expresada de una manera amable, clara, precisa, eficiente y atingente, ya sea que esté a cargo del profesional de la salud que consultemos o de aquellos encargados de la comunicación institucional. Una deficiente comunicación puede afectar la atención al paciente y su recuperación, y, en ocasiones, poner en riesgo su vida o causarle daños irreversibles.
La comunicación en salud no comienza con la llegada del paciente al consultorio clínico, sino en la búsqueda previa de información en medios electrónicos, revistas, periódicos y en las conferencias de prensa que tan de moda se han puesto. Ejemplo de esto han sido las campañas oficiales de prevención ante la Covid-19, con una amplia cobertura, y de todas las campañas para el fomento a la salud que buscan disminuir, ante todo, la incidencia de padecimientos crónicos.
Si los usuarios de servicios de salud tuvieran plena libertad para acudir a una instancia oficial a presentar quejas por irregularidades en la atención clínica, sería por alguno de los siguientes motivos: daños a la salud, maltrato físico o psicológico, errores en la intervención y por deficiente comunicación; así como la falta o retraso de estudios de imágenes o de laboratorio, omisión en la notificación de resultados positivos (malignos), entrega a persona diferente al paciente examinado, mala redacción en el reporte, pero, sobre todo, la falta de indicaciones para continuar con un tratamiento.
La reanudación de servicios médicos, psicológicos, a rehabilitación, laboratorio, cirugías y demás, en las instituciones de salud del sector público abriría un abanico de conflictos tanto administrativos como éticos. Parece que se volverá a padecer de las limitaciones de personal, medicamentos y de demoras de tiempo en los servicios acostumbrados.
La opción que tiene el personal profesional y paramédico es buscar un entrenamiento en la comunicación de resultados críticos, en el trato al paciente y en las indicaciones de procedimiento y tratamiento. Es muy común que los pacientes escuchen con atención y amplia curiosidad las explicaciones médicas, sin embargo, no saber que el paciente presenta un estado de ansiedad, deterioro cognitivo, irritabilidad u otras condiciones desfavorables hará que no recuerde o tenga dudas luego de salir del consultorio.
También, muchos pacientes del servicio de psicología llegan con su libreta para anotar las “recetas”, recomendaciones u observaciones que el clínico hace de su problemática. Máxime, si son pacientes primerizos que han llegado con la total desconfianza de la efectividad de una atención o tratamiento psicológico.
El dilema para los profesionales de la salud es decidir si es conveniente o no la entrega de un reporte o notas clínicas por escrito al paciente, independientemente de lo que se integra en el expediente clínico (Norma Oficial Mexicana). En el caso de la atención psicológica, resultaría muy comprometedor para el profesional entregar un informe por el tiempo que se le atendió, situación que para el paciente le resultaría favorable, aunque riesgoso, por el frágil resguardo que haría de dicho documento. Aún existe el prejuicio de que si un miembro de la pareja acude a tratamiento psicológico, se tome como motivo de divorcio o pérdida de custodia de hijos.
Vienen tiempos de extrema regulación de los servicios de salud en general y debemos estar preparados para afrontarlos en pleno beneficio de todos sus actores.
* Psicólogo clínico (UAQ), coordinador de área en Salud Mental y Psicológica de IXAYANA y psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional del IMSS-Querétaro. Ver otras colaboraciones de Saber de-mente
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