El dolor de pareja

Mucho se ha hablado y escrito acerca de la pareja, sus amoríos y problemáticas, de modo que unas cuantas líneas podrían estar de más, pero no es así. La dinámica de las parejas tiene miradas teóricas muy diversas y seguirán apareciendo en la medida en que las circunstancias contextuales sean novedosas. La pandemia del coronavirus es una de ellas.

He repetido en mi clínica cotidiana algunas frases que he recogido en mi trayectoria profesional, con la intención de plantear un análisis en las parejas que me consultan. Por ejemplo: “casarse con la idea del Genesis 2:24 es un problema, porque los dos, al formar una sola carne, alguien morirá si no come, alguien no podrá tomar decisiones y alguien estará siempre dependiente del otro”; “el encontrar la media naranja es vivir con el compromiso de mantenerse pegados a ella”; “la infidelidad es una necesidad y el problema es de quien no la tiene”; “la pareja es solo un rompecabezas de dos piezas, pero es el más difícil de armar”; entre muchos otras.

El hecho es que cuando dos personas, sin importar el sexo de cada una de ellas, manifiestan amor y otros sentimientos comunes como el cariño, la ternura, el deseo, la alegría, la confianza y la atracción, y plantean la necesidad de estar siempre juntas, significa que están enamoradas y han perdido su estabilidad y seguridad individual. Lo que sucede en ellas es como una “enfermedad”, no tanto como la enfermedad de la vejez, que así lo pretende considerar la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero sí una enfermedad que se disfruta y que el organismo trata de contener y estabilizar en un promedio de seis meses.

Así como en las parejas hay consuelo y bienestar, también existen las diferencias, desengaños y desavenencias que llevan a darse cuenta de que nadie es perfecto y de que existen intereses individuales en donde la otra persona no está en los planes del día. Mientras más expectativas y proyectos individuales se depositan en la otra persona, mayor es el riesgo de que estos se incumplan y aparezcan las frustraciones, el malestar, el odio y, propiamente, el dolor de pareja. Tan intenso puede ser el dolor de pareja que puede llevar a la separación, en el mejor de los casos, y a estados de ansiedad, depresión, enfermedades físicas, disminución de capacidades mentales y hasta el suicidio o el homicidio.

El problema no es que las parejas tengan problemas, sino que estas son comunes y no saben pelearse mutuamente. Muchas veces hago analogía con una pelea de box o de lucha libre, para plantear que pelear en pareja requiere de esas condiciones: preparación, tiempo, reglas y un mediador. Esto da muchas más probabilidades de una reconciliación y disminuir el dolor que se siente al pensar que el amor que está comprometido se pueda perder.

Por ello, una forma de abordar el dolor de la pareja en conflicto es poner atención a la conducta que construyen por algún problema que aparezca. El problema no es de uno, ni de otro, sino de la situación contextual que muchas veces no pueden visualizar claramente, pues lo que escuchamos de quejas es la versión de ella contra la historia de él. ¿Qué hay en un problema de pareja? Pues las criticas al otro, los reclamos excesivos, las molestias que se acumularon, los rechazos constantes y la falta del disfrute cotidiano. Por lo común, “el problema eres tú, no yo”, “el problema ya no es lo que hiciste, sino cómo eres”, y así sucesivamente se vive el dolor de pareja que bien puede ser interminable por pretextos económicos, sociales, religiosos o “por los hijos” o por los temores de “quedarse solo o volver a empezar”. Michael White (1993) refiere “No son la persona ni la relación las que constituyen el problema. El problema es lo que es el problema”.

En una terapia de pareja, si no se llega a la reconciliación conveniente para ambos, siempre hay la opción de una cordial separación y una buena preparación para disfrutar de la reunión social llamada “despedida de casados”.

* Psicólogo clínico (UAQ), coordinador de área en Salud Mental y Psicológica de IXAYANA y psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional del IMSS-Querétaro. Ver otras colaboraciones de Saber de-mente