No recuerdo lo que olvidé

Resulta que ahora, una de las características psicológicas que ha tenido mucho impacto en la población, en edades muy diversas, es la “pérdida de la memoria”. La señal y el diagnóstico parecería muy simple: “se me olvidan las cosas”, “luego no recuerdo dónde deje las llaves y mis anteojos”, “se me olvidó la cita con el médico”, “olvidé apagar la lumbre de la estufa”, etcétera. No siempre es una pérdida de memoria generalizada, pero es frecuente que la persona se preocupe pensando que su cerebro no está funcionando bien y, en ocasiones, tenga la creencia de estar iniciando un padecimiento grave.

Como suele ser, la persona interesada acude con el médico antes que con el psicólogo clínico. El escenario diagnóstico tiene que ver con identificar una pérdida objetiva o subjetiva de memoria, así como determinar una alteración cognitiva leve, contar con trastornos como una epilepsia o encontrarse en el inicio de demencia temprana (comúnmente llamada alzhéimer).

No todos los tipos de memoria se ven afectados del mismo modo, ni en el mismo grado por una misma enfermedad, edad o condición cultural de la persona. Cuando realizamos una evaluación psicológica ante fallas de memoria, es importante detectar factores estresantes en la persona, rasgos y estados de ansiedad, depresión o algún conflicto situacional que lleve a la persona a no grabar actividades recientes en su memoria por enfocarse a sostener el conflicto que le representa mayor importancia. También hay que decirlo: las secuelas post-Covid-19 reportan esta característica de deterioro cognitivo.

Las personas que se preocupan más por su condición de pérdida de memoria solo favorecen estados de ansiedad, agravando subjetivamente su condición, sin considerar la edad en la que se encuentran y otros factores situacionales y de salud física.

No es lo mismo tener olvidos que presentar pérdida de memoria. Nuestra memoria sensorial puede evidenciar dificultades para mantener los estímulos que percibimos. Esto lo observamos al ver una película que ha sido de nuestro agrado y luego nos damos cuenta de que olvidamos ciertos detalles al momento de contarla. De igual manera, el envejecimiento puede impactar en el aprendizaje secuencial, pues las tareas a realizar suelen ser más complejas y su procesamiento es más lento. También nuestra memoria episódica es factor, afortunadamente, de no recordar acontecimientos de mucho tiempo atrás; y una memoria semántica puede ser causante de alterar información sobre conceptos, vocabulario u objetos determinados, lo que nos hará decir “lo tengo en la punta de la lengua”.

Para conocer en psicología un deterioro cognitivo a fondo, es importante realizar una entrevista semiestructurada, aplicar cuestionarios cognoscitivos y ‘tests’ psicométricos, así como requerir una revisión psiconeurológica a cargo del clínico experto. Lo importante es saber cómo la persona aprende las cosas, cómo las comprende, cómo las recuerda y cómo las olvida, antes de crear pensamientos catastróficos sobre nuestra condición de memoria. No hay nada mejor que saber la condición real de nuestra salud mental.

A todo lo anterior y como buena noticia, la memoria puede ser susceptible de ser entrenada, mejorada y fortalecida. Es importante la buena alimentación, el ejercicio y activación física, el socializar con satisfacción, el ejercicio cerebral y, en un momento dado, la medicación responsable del médico especialista.

* Psicólogo clínico (UAQ), coordinador de área en Salud Mental y Psicológica de IXAYANA y psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional del IMSS-Querétaro. Ver otras colaboraciones de Saber de-mente.