La premisa que sustenta a esta serie es simple: un muro separa y divide, punto. Pensemos en el “Muro de la Ignominia” (sí, el de Trump), construido para impedir que los mexicanos nos mezclemos con los anglosajones; o bien, el Muro de Berlín, que en su momento contuvo a la marea roja del comunismo.
Estos muros no son, por cierto, diferentes de las barreras que levantan los mexicanos pudientes (sí, los de alcurnia o de harta “biyuya”) para evitar que la plebe ponga pie en los acotados espacios urbanos en los que residen, a menos que se les permita ingresar temporalmente para estrictas labores de mantenimiento y aseo.
De ahí que la palabra “exclusividad” resulte la favorita de los promotores inmobiliarios cuando anuncian estos “lugares de ensueño”. Exclusivo, por cierto, proviene del latín “excludere”. Es decir, sacar algo o a alguien de un conjunto o recinto, dejándolo cerrado para él o ella; dejar fuera, rechazar. O sea, “Yo acá y tú de aquel ladito de la reja; no lo tomes a mal, pero, ¿cómo decirlo?, no somos iguales”.
Me refería aquí la semana pasada a un ensayo del antropólogo Anand Pandian, quien afirma que el muro de Trump les hizo sentido a los estadounidenses por la sencilla razón de que ellos han recurrido a una serie de muros simbólicos para segmentarse entre sí. Se me ocurre pensar, por ejemplo, en los “ghettos” neoyorquinos o en la ciudad de Chicago, quizá la más segregada de la vecina nación. De acuerdo con Wikipedia, un “ghetto” o gueto (como se supone que se dice en español, aunque nadie usa la palabra) es “un área separada para la vivienda de un determinado grupo étnico, cultural o religioso… El uso se ha extendido hoy a cualquier área en la que la concentración de un determinado grupo social es excluyente”.
Las urbanizaciones cerradas (en inglés, “gated communities”) han sido motivo de estudio desde los años 90. Una de las máximas autoridades a nivel mundial en el tema es la socióloga urbana Sonia Roitman, a quien tengo el gusto de conocer, pues residió por un tiempo en Querétaro, obtuvo su doctorado en la Universidad de Londres y actualmente forma parte del cuerpo docente de la Universidad de Queensland (Australia).
Sonia, originaria de Mendoza, Argentina, describe las urbanizaciones cerradas como “complejos residenciales que están cerrados por muros perimetrales, barreras, rejas y que restringen el acceso a partir del uso de dispositivos de seguridad”. Entrevistada por “Tomorrow City”, una plataforma virtual de innovación urbana, argumenta que este tipo de espacios perjudica a la ciudad, ya que “hacen más evidentes las diferencias sociales y provocan una clara división entre aquellas personas que pertenecen y las que no, y, fundamentalmente, promueven la idea de que lo privado es mejor que lo público. No todas las personas tienen acceso a lo privado y esto se torna inequitativo y discriminatorio”.
Sugiere, a cambio, “construir ciudades abiertas, democráticas y equitativas que brinden servicios y condiciones de habitabilidad para todas y todos, y no excluyan. La diversidad es un elemento esencial en las ciudades que enriquece nuestra vida. Las diferencias deben verse como algo positivo y no como algo que queremos evitar o de lo que nos protegemos”.
Como podrás ver, Sonia tiene la mente y el corazón en el lugar correcto. Puedes leer la entrevista completa en: https://tomorrow.city/a/entrevista-sonia-roitman-barrios-cerrados-exclusion-social.
(CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA)
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