Nunca es mal tiempo para burlarse de otras personas, si consideramos que esta acción es una forma chusca de enfrentar a quien consideramos nuestro enemigo o es una persona con cuyas ideas o desempeño personal no estamos de acuerdo, y, al criticarla, descalificarla, exagerar sus errores y burlarse de ella, hallamos una forma, protegida para nosotros, de enfrentarla desde una postura con cierto poder. Esto funciona a la perfección si se hace de forma anónima o dentro de una colectividad, como suele ser en una reunión social, con un grupo escolar o en medio de muchos comentarios en una red social.
Claro, la burla no parece ser éticamente positiva, pero tiene el efecto que persigue: agredir y lesionar emocionalmente. Ejemplo de ello lo hemos visto en la pasada entrega del Oscar, en las noticias de prensa cuando se ridiculiza a un político u otro personaje de la farándula, o por muchas conductas que nuestro presidente de México expresa día a día.
Todos en algún momento, por muchos motivos, nos hemos burlado de otra persona o de nosotros mismos, por la naturaleza de nuestros impulsos y como respuesta a la percepción de una amenaza cognitiva o situacional.
Si somos una de esas personas a las que les gusta burlarse de los demás, ya sea que seamos graciosos, cómicos, jocosos, simpáticos o chistosos, hay que autoevaluar si lo que hacemos se trata de parecer extrovertido, superior, o solo es una exteriorización de nuestra inseguridad o frustración, de miedos no tan profundos, de molestias por actos ajenos o porque pasamos por un momento de baja autoestima. Consideremos que es una falta a la ética que rige en nuestra sociedad, pues construye una línea directa a una agresión, que puede tornarse impulsivamente violenta y difícil de contener.
El humor, a través de los chistes, suele ser una forma sutil de aminorar los efectos de una burla. Los hay blancos, negros o chistes colorados; del color que sea, el humor a costa de otros en situación de desventaja nos pone en una posición de supuestos ganadores, sin dar cuenta que solo es reflejo de nuestras angustias y de una mala lengua.
Si desde pequeños no aprendimos a identificar y manejar los impulsos y las emociones, solemos estar en desventaja con respecto al grupo social que nos rodea y expuestos a todo tipo de burlas. Admirables son las personas que soportan las burlas y humillaciones de otros, sin que se quiebren emocionalmente, a menos que sean del grupo de personas que cobran por recibir toda clase de insultos, burlas y humillaciones, y que las puede encontrar en el centro de nuestra ciudad queretana.
A todo esto, seguiremos leyendo y escuchando en redes sociales, prensa y todo tipo de medios de comunicación, expresiones burlescas que, algunas, nos harán reír a carcajadas y otras, nos harán seguir sintiendo avergonzados de la calidad humana de muchas personas.
* Psicólogo clínico (UAQ), coordinador de área en Salud Mental y Psicológica de IXAYANA y psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional del IMSS-Querétaro. Ver otras colaboraciones de Saber de-mente.
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