Nuestro cerebro es una gran máquina y hoy en día aún no hemos descubierto todo lo que puede hacer. Y quizá no sea necesario saberlo si finalmente jamás alcancemos a utilizar ni el 50 por ciento de su capacidad.
Las operaciones mentales que realiza el cerebro para procesar información, almacenarla y analizarla, con la finalidad de tomar decisiones para sobrevivir y adaptarnos al medio social, las llamamos procesos cognitivos. Quiere decir que el tener la sensación o el percibir ciertos sucesos en la vida (información) con la atención y concentración adecuada, nos llevará a memorizarlos en diversos “archivos cerebrales”, para luego utilizarlos de la manera más conveniente y oportuna posible. De tal manera que cuando nuestros pensamientos están activos, podemos ejecutar lo guardado, ya sea a través del lenguaje, la escritura, la motricidad o la conducta.
Autores como J. Piaget y Vygotsky han explicado con claridad el desarrollo y el aprendizaje cognitivo a partir del crecimiento del hombre, teniendo su mayor plenitud alrededor de los 40 años. Lo que consolidemos en la adolescencia, lo estaremos perdiendo en la obsolescencia.
Existe entonces una serie de características que mi persona está desarrollando y que, seguramente usted, amable lector, también ha presentado, en mayor o menor medida, en algunos episodios y no se ha dado cuenta o no les ha dado importancia. Me refiero a que de pronto se le olvidan las cosas, le cuesta trabajo concentrarse en una lectura o al ver televisión; confunde lugares, no recuerda el nombre de la persona que recién conoció, dejó en casa o dentro del carro las llaves, compró algunos víveres, excepto aquel por el cual usted acudió al súper, confunde palabras al comunicarse, le cuesta trabajo hacer una simple multiplicación, se irrita con facilidad o se siente ansioso; presenta frecuentemente cefalea, insomnio, fatiga y sensaciones de hormigueo o adormecimiento en el cuerpo… y, por algunas de estas características, va disminuyendo el nivel de funcionamiento cotidiano (social y cognitivo). Aunque esta descripción sintomática no implica diagnosticar un trastorno mental o neurológico, estamos hablando de presentar Brain Fog (niebla cerebral) o, en algunos casos, un deterioro cognitivo leve.
Ya sé que puede ser la edad que tenemos (el ingreso a la enfermedad de la tercera edad), pero también pudiera ser lo que usted sospecha y le preocupa: un estado precoz de alzhéimer. De ahí la importancia de poner atención en nuestra persona, pues son muchos los factores causales, como la mala alimentación, el estrés, el mal dormir, los conflictos emocionales, la falta de consumo de agua pura, algún tipo de medicamento que ingerimos, la contaminación ambiental y hasta la manera en que pasamos la pandemia de la Covid-19.
Recuerde que aún están en investigación todas las posibles secuelas de haber presentado Covid-19 y que algunos efectos del SARS-Cov-2 pueden manifestarse meses o años después de la infección.
A todo esto, solo puede ser algo pasajero y el cumplir las recomendaciones de seguir hábitos para una vida saludable sería suficiente para regularizar nuestro funcionamiento, pero en algunos casos es importante la revisión médica, neurológica y psicológica, lo que implica estudios de gabinete y una batería de pruebas neuropsicológicas. Es momento de ser personas hacientes.
* Psicólogo clínico (UAQ), coordinador de área en Salud Mental y Psicológica de IXAYANA y psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional del IMSS-Querétaro. Ver otras colaboraciones de Saber de-mente.