Infidelidad

Fuera de los prejuicios morales y de criterios legales, la infidelidad tiene diversas motivaciones: amorosas, sexuales, económicas o un simple desquite. Este concepto solo aplica en relaciones en donde se acuerda un compromiso conyugal que implica la promesa de mantener plena y eterna fidelidad amorosa y sexual. El debate está entre si la infidelidad es mala o benigna, es un síntoma o un comportamiento, responde a condiciones biológicas o a la construcción de un rol de género.

Así, la relación extramarital suele presentarse como conflicto conyugal, que puede terminar en disolución de un matrimonio o ser rescatadora de conflictos, o bien, como una experiencia alternativa, sexual o amorosa, para uno de los integrantes de la pareja; o, en un caso extremo, un conflicto violento que se resuelve con la presencia de un homicidio o suicidio.

Según diversas estadísticas, la mayoría de las personas (70 por ciento) considera la fidelidad como imprescindible en la relación de pareja, casada o no; un 20 por ciento la considera deseable y un cinco por ciento la percibe de manera indiferente (España, 1996). Sin embargo, la dinámica comportamental de las familias y de las parejas, así como la perspectiva de género en las personas, han evolucionado en muchos países latinos y europeos, de tal manera que, cuando entrevistamos a una pareja en conflicto o a una persona con más de 15 años de matrimonio, un cuestionamiento importante es la probable existencia de una relación extramarital, una aventura, coqueteo, ‘affaire’ o un ligue con otra persona, donde no necesariamente se hayan dado relaciones sexuales.

En mi opinión, además de la complejidad de motivaciones psicológicas y de situaciones interacciónales, la infidelidad es una condición de necesidad para una o ambas personas en el tipo de relación que llevan. No es solo resolver el dilema de separarse o quedarse en la relación conyugal; es, primero, contener la desregulación emocional de ambos al descubrirse el engaño, para posteriormente elegir un modelo terapéutico que permita entender y tratar el conflicto en el que ha entrado la pareja.

Al abordar este tema en el taller sobre terapia de parejas, que coordino para un grupo de profesionales, nos confrontan aspectos éticos y morales, claro, pero también de sensaciones de excitación, temor, esperanza, ira y decepción que debemos cuidar para no tomar partido por ninguna de las partes. Hoy en día, con las nuevas posturas de género, la tendencia es que se termine la relación de pareja por cuestiones de amor propio de la mujer, por dignidad y por no seguir soportando al varón infiel. Aunque en las experiencias de mujeres que tienen relaciones extramaritales, según estadísticas, se va dando un incremento o, simplemente, se está dando a conocer lo que se mantenía oculto. La exclusividad en ambos, acordada al inicio del matrimonio, está cambiando dada la expresión de necesidades de ambos integrantes.

La infidelidad, benigna o no, parece no tener fin en la sociedad posmoderna. Mi recomendación, antes de tomar una decisión emocionalmente apresurada, es que se permitan en pareja conocer las circunstancias de la conducta y entender que no hay culpables que se quiera castigar, sino una serie de motivaciones de ambos que, sin darse cuenta de ello, probablemente generaron, de forma paulatina, ese episodio que formará parte de la historia singular de la pareja.

* Psicólogo clínico (UAQ), coordinador de área en Salud Mental y Psicológica de IXAYANA y psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional del IMSS-Querétaro. Ver otras colaboraciones de Saber de-mente.