Tras el homicidio de los jesuitas en Chihuahua, el presidente López Obrador incluyó en su listado de adversarios a los sacerdotes, por repudiar la ola de violencia que se vive en México; por acusar que su estrategia de seguridad ha fracasado; por afirmar que el país es un estado fallido en donde reina la ley de la selva; por expresar su dolor ante los miles de muertos; por demandar justicia en medio de tanta impunidad; por llamar a construir un camino de paz, tender puentes y dejar atrás la polarización para recostruir el tejido social; por señalar que “los abrazos ya no alcanzan para cubrir los balazos”.
Y, como ha pasado con quienes considera sus “opositores”, los religiosos son ahora el centro de sus descalificaciones y ofensas: “Pero todos esos no dicen nada de cómo ajusticiaban a personas, cómo aplicaban el ‘mátalos en caliente’, cómo creció en México el número de masacres, los índices de letalidad, cómo remataban a los heridos; todo eso se les olvida. Incluso hasta los religiosos, con todo respeto, que no siguen el ejemplo del papa Francisco, porque están muy apergollados por la oligarquía mexicana”.
De hecho, cree que ahora forman parte también de campañas en su contra: “Y esas expresiones de que ya no nos alcanzan los abrazos, ¿qué quieren entonces los sacerdotes?, ¿que resolvamos los problemas con violencia?, ¿vamos a desaparecer a todos?, ¿apostar a la guerra? ¿Por qué no actuaron con Calderón de esa manera?, ¿por qué callaron cuando se ordenaban las masacres, cuando se puso en práctica el mátalos en caliente?”.
Por ello, los ha llamado hipócritas y mentirosos: “¿Por qué esa hipocresía? Eso no se debe permitir a nadie y mucho menos a un religioso, sea pastor o sacerdote. Cuidado con la politiquería, una cosa es que tenga simpatía con los partidos conservadores, otra la calumnia y la mentira y el levantar falsos testimonios”.
Pero el presidente está confundido: la aplicación de la ley y el uso de la fuerza por parte de las instituciones de seguridad no es sinónimo de “matar en caliente’, “masacrar” o “rematar heridos”.
¿A poco ignora, por ejemplo, que hay una norma publicada en el Diario Oficial de la Federación ─por él mismo, el 27 de mayo de 2019─ denominada “Ley nacional sobre el uso de la fuerza” para “regular el uso de la fuerza que ejercen las instituciones de seguridad pública del Estado, así como de la Fuerza Armada permanente cuando actúe en tareas de seguridad pública”?
… ¿Y que establece las normas y procedimientos bajo los cuales los integrantes de las instituciones de seguridad pueden ejercer el uso de la fuerza y utilizar el armamento oficial para el desempeño de sus funciones; que hay un catálogo normativo de funciones, derechos, obligaciones y prohibiciones a los que deben apegarse; y que hay un régimen de responsabilidades por la inobservancia de la Ley?
¿Nadie le dijo que el uso de la fuerza por parte de los agentes de seguridad se rige por los principios de: absoluta necesidad, legalidad, prevención, proporcionalidad, rendición de cuentas y vigilancia y que esta debe aplicarse con pleno respeto a los derechos humanos? ¿Pues no que el país ya cambió, y ahora sí hay Estado de Derecho?
Dice Andrés Manuel que “La lección mayor es que no se deben de querer resolver problemas sociales con el uso de la fuerza, con medidas coercitivas y con la violencia”… y con ello da muestras de su poco entendimiento sobre la potestad punitiva del Estado para proteger la paz social ante actos u omisiones que lesionan o afectan los bienes jurídicos.
Apostar a la prevención y a resolver problemas de raíz es indispensable, sí; pero ello no puede implicar jamás una renuncia a la procuración y administración de justicia.
Destacar el mensaje del Papa ─quien, por cierto, reformó en 2021 el Código de Derecho Canónico sobre las sanciones penales en la Iglesia, “a fin de prevenir males mayores y de sanar las heridas causadas por la debilidad humana”─ ante los asesinatos de los sacerdotes, en cuanto a que “La violencia no resuelve los problemas, sino que solo aumenta los sufrimientos innecesarios”; y no hacer énfasis en lo que también dijo: “¡Cuántos asesinatos en México!”, es actuar en forma convenenciera ante su incapacidad para combatir al crimen.
Usar, además, ese tuit del pontífice para su “politiquería” (“Es la primera vez que un Papa actúa con respeto a un proceso de transformación de México”) es francamente ruin…
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