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Otra vez les gana el escándalo y el amarillismo

Era jueves por la tarde noche. Manejaba de regreso a casa y, como siempre, alternando la sintonía de la radio en diferentes noticiarios. Me quedé escuchando uno donde la conductora acababa de hacer un recuento (otro) de los hechos violentos registrados en Ciudad Juárez, Chihuahua.

La conductora iba a entrevistar a la madre de una de las personas asesinadas en aquella frontera del norte y sin el menor tacto ni empatía la primera pregunta fue “¿qué le pasó a su hijo?”.

No fue la única en hacer este tipo de preguntas que rayan en el absurdo (por decirlo amablemente) ni tampoco fue solo este tipo de entrevistas. Muchos medios que estuve viendo y escuchando repitieron hasta el hartazgo los nombres de cómo se hacen llamar los grupos criminales supuestamente involucrados en estos hechos violentos.

Medios de televisión que reproducían insistentemente videos de cámaras de seguridad, donde se veían los momentos en que sujetos armados disparaban en contra de personas inocentes. Era la repetición de la “cobertura periodística” que hicieron un día antes de los hechos violentos registrados en la Zona Metropolitana de Guadalajara, Jalisco, y en varios municipios de Guanajuato.

En muchos casos sobraron los datos no confirmados, las versiones no contrastadas, la revictimización de las víctimas y las mentiras deliberadas, como haber publicado que en Juárez habían asesinado a cuatro periodistas.

En su libro “Todo lo que necesitas saber sobre terrorismo”, la periodista argentina Ana Prieto dice: “Existen cientos de definiciones académicas y oficiales de terrorismo; algunas ponen el acento en las características de las víctimas, otras en las características de los perpetradores, otras en sus motivaciones, otras en la intencionalidad propagandística del acto terrorista y otras en el contexto en que se ejecuta”.

Con base en lo dicho por Ana, podríamos resumir un acto terrorista como aquel que comete un grupo específico en contra de otro, para lo cual recurre a la violencia extrema para generar miedo y terror y hacerse publicidad o reivindicar una postura. Visto así, los sucesos recientes en México (como tantos más), han sido actos terroristas.

Sin embargo, más allá de ponerle un concepto académico a estos hechos, lo cierto es que la prensa mexicana en general fue cómplice inocente de estos actos, porque terminó cumpliendo los deseos propagandísticos de quienes orquestaron las agresiones.

Otra vez la necesidad de ganar ‘clics’ y tiempo aire fueron más importantes que hacer periodismo profesional. La sociedad no recibió información útil y los agresores consiguieron publicidad gratis. Los malos ganaron.

 

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*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”. Conduce el programa “Periodismo hoy”, que se transmite los martes a las 13:00 h, por Radio Educación.

La zona carbonífera y de aquí a la próxima tragedia

Andrés A. Solis Álvarez

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