Quienes lo conocían a profundidad aseguraban que Mijaíl Gorbachov era un hombre al que no solo le enorgullecía brillar con luz propia, sino que también buscaba el reconocimiento y el elogio. Por ello supongo que nada le hubiese agradado más que tener un funeral suntuoso, digno de su talla suprema. No fue así, en parte porque Vladímir Putin le negó el privilegio de un funeral de Estado, cosa que no es de extrañar, pues los ideales pacifistas y democráticos del fallecido jerarca fueron diametralmente opuestos al cínico oportunismo del belicoso inquilino del Kremlin.
Seguramente agobiado por una invasión ucraniana que a todas luces se le ha salido de control, Putin brilló por su ausencia en las exequias funerarias de su antecesor, en tanto que Suzanne Massie, exasesora de Ronald Reagan, se encontraba entre los dolientes, sin importar que en la Guerra Fría los ahora fallecidos mandatarios hubiesen militado en bandos opuestos.
Si bien Reagan solía referirse a la Unión Soviética como el “Imperio del mal”, la verdad es que a Gorbachov y a él los unía una relación personal basada en la admiración mutua. Relata William Taubman en su biografía oficial intitulada “Gorbachev: vida y época”, que cuando los mandatarios se conocieron, el natural don de gentes del líder soviético cautivó a Reagan (su biógrafo describe al hijo predilecto de Strávropol como “alguien natural, informal, encantador y provisto de un verdadero sentido del humor”). De hecho, al escuchar algunas de las divertidas anécdotas de Reagan en su época hollywoodense, Gorbachov acertó a responder con sonoras carcajadas.
El llorado gobernante se preció de debilitar al Estado para fortalecer al individuo, a diferencia de Putin, quien se ha empeñado en fortalecer al Estado a costa del debilitamiento del ciudadano de a pie, como lo demuestra su grosero menosprecio de los derechos humanos. Por ello, Putin no ha ocultado su desdén por el artífice de la perestroika y públicamente se ha referido a la glásnost (transparencia del Estado ruso) como un “gran fracaso”.
El humanismo gorbachoviano se nutre de su entrañable historia personal, pues siempre se sintió orgulloso de su origen campesino. “Éramos pobres, casi unos pordioseros -le confesó a Taubman-, pero en general yo me sentía de las mil maravillas” (ibid., p. 42). A los 10 años su labor principal era acarrear el forraje para la vaca de la familia y fue hasta los 13 cuando vio un tren por vez primera en su vida.
Fueron, sin duda, sus dotes extraordinarias las que lo sacaron adelante, como lo demuestra el hecho de haber sido el primero de su pueblo en estudiar en la prestigiosa Universidad de Moscú. Su liderazgo se puso de manifiesto desde temprana edad. “Me habitué a ser un líder desde que era un niño”, externó una vez, y un compañero de secundaria lo describió así: “Era un gran organizador; le caía bien a la gente y confiaban en él” (ibid., p. 74). Muchos años después, el diplomático Andréi Gromiko se referiría a él en términos asombrosamente similares: “Sabe cómo acercarse a la gente, cómo organizarla, cómo encontrar un lenguaje común con ella” (ibid., p. 337).
Ya retirado, se mantuvo en activo. Fungió como presidente de la fundación que lleva su nombre, dedicada a promover los valores democráticos y los principios humanistas por medio de la investigación y la educación. Y, ya en plena pandemia, publicó su último libro: “Lo que hay en juego: el futuro del mundo global” (2019).
Por lo anterior, me atrevo a exclamar sin ambages: ¡necesitamos más Gorbachovs!
El diputado federal de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, explicó que la extinción del INAI también…
Demanda de tarjetas bajó ante avance en abordaje con modalidad de prepago: AMEQ Que la…
Aseguran que el proyecto es beneficiado con el Fondo de Proyectos Especiales de Rectoría de…
Tras haber derrotado 3-0 a los Rojinegros del Atlas en el Play-In, los Xolos de…
Con la salida del carro del anuncio en el Centro Histórico de Querétaro, comenzaron oficialmente…
Con una ventaja de más de 95 mil votos, Yamandú Orsi, candidato del izquierdista Frente…