“Que no tenga la respuesta en ese momento no significa que no pueda cumplir su función. A todas luces eres una predadora oportunista, tipeja agresiva e indecente” me respondió un usuario de Twitter solo por haber retuiteado, la semana pasada, la nota “‘No podría contestar eso’: Leticia Ramírez desconoce cómo aprenderán matemáticas los niños”, acerca de las declaraciones de la nueva secretaria de Educación.
No respondí el mencionado tuit porque suelo evitar la interacción cuando los mensajes buscan descalificar y agredir; sin embargo, algo me llevó a indagar qué podía haber atrás de esa persona en particular ─cuyo nombre no daré aquí─ para que descargara tanta ira, así nada más…
En sus blogs, este hombre describe que padece Trastorno Límite de la Personalidad (TLP); un trastorno mental que se caracteriza por impulsividad, arranques de ira y desánimo.
“Mi vida está plagada de injusticias, desde el principio”, dice en uno de sus relatos; en otro, describe: “Padeciendo una patología muy grave (y sin tener la menor conciencia de ello) fui abandonado por mi familia a finales de la última década del siglo pasado, y mis padres hicieron lo más que pudieron para aniquilarme. Mi vida se fue a un precipicio al que obviamente sobreviví, si bien no sé para qué. El deseo de no haber nacido jamás, se presenta con cierta regularidad y a partir de que perdí mi empleo, ha estado muy presente.”, continúa.
En otro más, confiesa: “Un problema de fondo es que hace más de 15 años, cuando murió mi hermana menor (tres días después de que yo cumplí 42 años), me di cuenta de que había perdido la voluntad de vivir, por segunda vez. Desde entonces, he llevado en mi interior un dolor permanente y una idea que parece una certeza, de que ya no me voy a recuperar.”.
A la pregunta de un tuitero: “En tu vida, ¿quién te apagó más?”, respondió: “Mi padre. Pedazo de inmundicia se pudre en el infierno.”.
El haber perdido su trabajo en 2018 fue un parteaguas; y de lo que considera que fue un abuso y una inmoralidad, responsabiliza ─entre otros─ a la gerente de la empresa, a quien se refiere con un sinnúmero epítetos y a quien profiere en varias ocasiones los mismos calificativos que me dirigió a mi: “predadora”, “oportunista”, “tipeja”, “agresiva” e “indecente”.
Por otro lado, considera que “En la cultura de impunidad que ha imperado en mi país, muchísima gente ha cometido ilícitos porque lo único que podría impedirle hacer tal cosa, sería el temor a las consecuencias, y en una nación que tradicionalmente ha ocupado una posición vergonzosa en la impartición de justicia, los riesgos han sido mínimos”.
Y subraya: “Tras la llegada del gobierno federal actual (1 de diciembre de 2018), esto ha cambiado e incluso, ‘peces gordos’ de la política han acabado en la cárcel; otros están siendo investigados, grandes empresarios se han visto obligados a pagar impuestos, y grandes corporaciones han enfrentado sanciones graves por haber incurrido en prácticas monopólicas, u otras violaciones a leyes y reglamentos”.
… Podría, en esta ocasión, hablar sobre los ataques constantes en esta red social hacia las y los periodistas; sobre cómo, de acuerdo con la investigación “Ser periodista en Twitter. Violencia de género digital en América Latina” ─de Comunicación para la Igualdad (Argentina) y Sentido (Colombia) y apoyada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)─ la violencia es parte de las reglas de juego en Twitter, según testimonios de periodistas.
…También podría citar lo que ese estudio refiere en relación con la rabia, la impotencia y el miedo que los periodistas experimentamos ante las agresiones en Twitter; y en donde ─sin embargo─ permanecemos, expone, porque “es una red donde se mueve la actualidad, y yo como periodista tengo que seguir lo que pasa ahí”.
…Pero hoy prefiero darle voz a esta alma rota, en representación de todas aquellas que encuentran en las redes sociales un desahogo a su dolor emocional; en verdad deseo, desde lo más profundo de mi corazón, que encuentren la paz.
