En la primera entrega de esta serie quedó claramente establecido que a los investigadores sociales no les cabe duda de que Internet nos ha vuelto cada vez más intolerantes. Si bien es verdad que en el ciberespacio es posible explorar un amplísimo abanico de contenidos, la realidad es que la mayoría de los usuarios utiliza un número limitado de opciones… y no siempre de la manera más amigable.
De acuerdo con Paul Benjamin Lowry, profesor del Instituto Politécnico de Virginia, el ‘bullying’ por Internet, mejor conocido como ciberacoso, excede con mucho a su modalidad presencial. Tan solo en los Estados Unidos, alrededor de 3.5 millones de adultos son acosados anualmente en las redes sociales. Peor aún, dado que muchos más usuarios de las redes son testigos involuntarios de estos comportamientos violentos, sus efectos son aún más graves por las secuelas que dejan en los afectados.
Por desgracia, el fenómeno seguirá escalando si consideramos que 5.5 de los 8 mil millones de habitantes del planeta gozamos de acceso a Internet. Facebook sigue siendo la más recurrida de las redes sociales, con cerca de 3 mil millones de usuarios, de los cuales 90 millones se encuentran en nuestro país. En cuanto a WhatsApp, esta red cuenta con 2 mil millones de usuarios; 74 millones de ellos en México. En otras palabras, siete de cada 10 mexicanos utilizan Facebook y 5.7, WhatsApp.
Muchos de estos usuarios se encuentran incorporados a comunidades del ciberespacio, las cuales congregan a individuos similares en cuanto a género, religión, edad, ideología política, aficiones o estilos de vida. Este fenómeno se ha vuelto posible gracias a la globalización, hecho que es confirmado por el catedrático hispano Juan Antonio Marín, quien puntualiza que la era digital “ha multiplicado las posibilidades de exposición selectiva a los consumidores de información, quienes tienden a interactuar mayormente con usuarios y mensajes que comparten sus puntos de vista”.
El problema se presenta cuando a estos sujetos los une su animadversión hacia aquellos que perciben como diferentes. Barragán y Villar (2022) definen los llamados discursos de odio (‘hate speech’ en inglés) como “ataques escritos o verbales hacia un individuo por motivos raciales, étnicos o relacionados con su género”. Dichos ataques son típicamente abusivos, insultantes, intimidatorios o de acoso y abonan al odio, la violencia y la discriminación. A decir de Alberto Monroy Trujillo, de la Universidad Complutense de Madrid, una de las redes sociales en las que se han propagado a gran escala los discursos de odio es Instagram, situación propiciada por las limitaciones técnicas y normativas para filtrar el contenido subido por sus usuarios. La plataforma, creada en 2010, cuenta ya con 1.5 mil millones de afiliados (la mayoría mujeres) y se ha vuelto tan popular que el 78 por ciento de los ‘influencers’ la prefieren a otras.
De acuerdo con una investigación realizada por el citado Monroy Trujillo, un 88.6 por ciento de los usuarios españoles de esta red social dice haber detectado allí mensajes de odio, en su mayoría dirigidos a mujeres, lo cual lleva a este investigador a catalogar dicha situación como “preocupante”. Más inquietante aún: un buen número de aquellos que incurren en ataques verbales siguen actuando de manera impune, ya que no se les ha retirado el uso de la plataforma. Esto sucede en parte porque los demás usuarios optan por pasar sus insultos por alto o temen denunciarlos.
(CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA)