Cierto, los seres humanos éramos ya intolerantes desde antes del advenimiento de las redes sociales, pero, de acuerdo con las investigaciones, no hay duda de que estas nos han vuelto más prejuiciosos. Si bien las comunidades del ciberespacio fortalecen el sentido de identidad de quienes las conforman, también contribuyen a sembrar la semilla de la discordia, ya que nos separan de aquellos que piensan otra cosa.
NOS RIGEN NUESTROS MODELOS MENTALES
Nuestros modelos mentales no solo determinan el modo de interpretar el mundo, sino nuestra manera de actuar. Ejemplo de ello son las Cruzadas de la Edad Media, auspiciadas por la iglesia católica para recuperar los territorios bajo dominio islámico y que llevaron a la persecución de los “infieles”, incluyendo judíos y cristianos ortodoxos.
De acuerdo con José Vicente Losada, experto en PNL, no vemos el mundo como es, sino como somos. “Cada individuo tiene”, apunta, “la capacidad de construir su propio mapa del mundo… una representación interna a partir de la interpretación que da a la información recibida del medio ambiente”. Este mapa está conformado por nuestras creencias, opiniones, actitudes y manera de pensar.
‘FAKE NEWS’ Y MODELOS MENTALES
El ciberespacio se ha convertido en sitio de encuentro para aquellos que comparten un mismo modelo mental, siendo las redes sociales el vehículo idóneo para dicho propósito. Un modelo mental no es certero o erróneo como tal; el problema es que, sin darnos cuenta, mucho de aquello que damos por hecho es el resultado de creencias no compartidas por otros, situación que nos coloca en mundos perceptuales distintos.
Así pues, las plataformas cibernéticas son el lugar ideal para albergar falsa información, ya que nuestros modelos mentales nos inducen a creer que esta es verídica. En este sentido, Carol Soon, del Instituto de Estudios de Políticas de Singapur, señala: “Las investigaciones muestran que la gente tiende a creer en información falsa si un número significativo de individuos la considera verdadera”. Alexandra Babii, catedrática de una universidad rumana, abunda al respecto al advertir que las redes sociales se convierten en una especie de caja de resonancia de lo que pensamos. Al recibir una y otra vez un mismo tipo de información, confirmamos ideas que damos por sentadas (digamos, que “la 4T es una sarta de promesas populistas”) y, al mismo tiempo, rechazamos como falsas aquellas que no coinciden con nuestro mapa de la realidad (escuchar a otros decir que “la 4T es una postura humanista de desarrollo social”).
Philip Mai, de la Universidad Metropolitana de Toronto, dio a conocer recientemente en la publicación en línea “The Conversation” que la mayoría de los jóvenes canadienses entre 18 y 24 años ha dejado de utilizar Google como herramienta para ponerse al día sobre las noticias de la invasión rusa de Ucrania, ya que ahora lo hacen a través de la plataforma TikTok (a manera de contexto: el 94 por ciento de los adultos canadienses conectados a Internet es también usuario de las redes sociales).
¿Cómo abrirnos a los puntos de vista de aquellos que piensan diferente a nosotros? Michael Shermer nos da la pauta en un ensayo publicado en “Scientific American”: 1) deja tus emociones de lado; 2) no ataques, argumenta; 3) escucha atenta y respetuosamente al otro; 4) hazle ver que, si bien no compartes lo que piensa, entiendes su línea de razonamiento.