Empezaré por preguntarte: ¿dónde crees que se encuentran las personas inteligentes? ¿En los centros de investigación?, ¿en las aulas universitarias?, ¿en las cumbres de negocios?, ¿en las redes sociales cibernéticas?, ¿entre quienes buscan revertir el cambio climático? Lo segundo que te preguntaré, para saber en qué basaste tu respuesta, es: ¿qué entiendes por inteligencia?
En lo personal, yo empezaría por echarle un vistazo al libro “Intelligence: a brief history” (“Breve historia de la inteligencia”), surgido de la pluma de dos connotados doctores en psicología: Anna Cinciolo y Robert Sternberg. Hablar de inteligencia para estos autores es atreverse a agarrar por los cuernos un tema de por sí complejo, ya que este concepto ha sido estudiado extensamente por psicólogos, sociólogos, neurocientíficos, antropólogos y filósofos.
Los antropólogos nos dirían, por ejemplo, que diversas tradiciones culturales y religiosas entienden la inteligencia de una manera diferente a la nuestra. Budistas e hindúes estiman que tiene que ver con saber observar, reconocer y comprender, así como con opiniones y sentimientos. Sí, leíste bien: sentimientos. Y algunas culturas africanas la asocian con habilidades orientadas a facilitar relaciones estables al interior de los grupos sociales. Así pues, en Zambia se considera que los niños son inteligentes si muestran obediencia a los adultos. Y en ciertas regiones rurales de Kenia se considera que una persona inteligente posee estas cualidades: “rieko” (habilidades y conocimientos), “luoro” (respeto hacia los demás), “winjo” (saber enfrentar los problemas de la vida real) y “paro” (poseer iniciativa).
Como podemos ver, en ninguna de estas sociedades un individuo con un coeficiente intelectual (IQ) alto sería considerado particularmente destacado. Similarmente, el Dr. Sternberg -coautor del libro antes mencionado y un reconocido estudioso del tema- no estima necesario medir el nivel de inteligencia para determinar quién es más o menos inteligente. En vez de ello, su TEORÍA TRIÁRQUICA DE LA INTELIGENCIA aborda el comportamiento inteligente desde tres ópticas diferentes: la emocional, la social y la práctica.
Para Sternberg, el enfoque convencional (que se limita a medir un solo tipo de pensamiento) se queda corto, pues no toma en cuenta la capacidad del individuo para adaptarse a su medio ambiente, ya que este requiere de una inteligencia práctica para enfrentar exitosamente los retos mundanos. En lo referente al componente social, Sternberg considera que una de las funciones de la inteligencia es la de gestionar la interacción exitosa con otras personas.
Otro de los ingredientes del nuevo enfoque es la destreza para la comunicación no verbal; es decir, el contacto visual, las expresiones emocionales y las posturas corporales. “La inteligencia social no verbal -señala Sternberg- es importante en numerosos ámbitos, trátese de entrevistas de trabajo, presentaciones en público o relaciones sentimentales”.
Como se podrá ver, la Teoría Triárquica de la Inteligencia coincide con algunos de los criterios utilizados en otras regiones del planeta para identificar aquellos comportamientos que van más allá de los meramente racionales. En conclusión, la inteligencia humana no solo es privativa de la mente, sino también del cuerpo, las emociones y las relaciones que establecemos con nuestros semejantes.
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