El presidente de México es un líder autoritario que ha centralizado el poder, toma decisiones en forma unilateral, no cree en un sistema de contrapesos y equilibrios, se concibe a sí mismo como un “ungido” que merece la obediencia del resto de los poderes y odia a la sociedad civil organizada.
Andrés Manuel López Obrador no es un demócrata, aunque diga lo contrario una y otra vez; él no reconoce y no respeta la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
A lo largo de su administración ha dejado muy clara su pretensión de contar con un Poder Judicial integrado, no por ministros dotados de autonomía, sino por fieles y sumisos siervos de la nación; partiendo, por supuesto, de que él es la nación y también él es el Estado… por eso se atreve incluso a llamar a sus subordinados a no acatar órdenes judiciales.
Y lo mismo ha sucedido con el Congreso de la Unión, solo que esta labor le ha resultado mucho más compleja, porque su meta ha sido tener una Constitución a su medida; y esta, afortunadamente, aún sigue estando por encima de él, ya que no cuenta con una mayoría calificada…
Por eso, el artículo 135 se ha convertido en el mayor golpe a su ego y en un verdadero dolor de cabeza: “La presente Constitución puede ser adicionada o reformada. Para que las adiciones o reformas lleguen a ser parte de la misma, se requiere que el Congreso de la Unión, por el voto de las dos terceras partes de los individuos presentes, acuerden las reformas o adiciones, y que éstas sean aprobadas por la mayoría de las legislaturas de los Estados y de la Ciudad de México”.
Pero como él es perseverante y muy terco, no cejará así como así en su afán; aunque para ello se exhiba, primero, como un tramposo al pretender reformar la carta magna vía leyes secundarias; y, segundo, como un antidemócrata por llamar a que haya una “avalancha de votos” para que el presidente -o presidenta- tenga un congreso totalmente a modo:
“No solo votes por el presidente o por la presidenta. Si quieres que haya una transformación o se mantenga la transformación, apóyale también votando por los candidatos al Congreso porque, si no lo van a ningunear. En el caso de nosotros, ganamos la mayoría, y se lo agradezco mucho a la gente, pero para llevar a cabo las reformas constitucionales se requieren dos terceras partes, no mayoría simple. Entonces, hacia adelante tiene que ser una avalancha de votos. Independientemente del partido, del candidato, hay que votar por la transformación, por el proyecto de nación. Eso es lo más importante”.
Avalancha, según el diccionario es: “Masa grande de nieve que se desliza por la ladera de una montaña violenta y estrepitosamente, arrastrando con ella todo lo que encuentra a su paso”…
El mesías considera entonces que la pluralidad en el Poder Legislativo, estorba; el diálogo con la oposición no es una opción. Su meta es que el ejecutivo -es decir, una sola persona- sea quien, de hecho, mande ¡Sí, tal cual!
El caudillo aspira a que en este país, los tres poderes no sean independientes entre sí… ¡y ahí la lleva!:
El Índice Global de Estado de Derecho 2022 de World Justice Proyect ubicó a México en el lugar 102 de 140 países, con un puntaje de 0.44, en cuanto a “límites al poder gubernamental”; dicho factor mide si en la práctica, los pesos y contrapesos institucionales limitan las acciones de quienes gobiernan (en el 2015, estaba en la posición 79).
Al evaluar los límites al poder Judicial – que analiza la independencia de juezas y jueces, la capacidad del poder Judicial para ejercer contrapesos efectivos sobre el gobierno estatal en la práctica y si las autoridades acatan las decisiones de los tribunales-, el estudio colocó al país en la posición 100, con 0.41 (en 2015 estaba en 0.47); y en el 108, con 0.47, en efectividad del legislativo como contrapeso efectivo (con caídas constantes desde 0.60 en 2015).
Pero el reporte arrojó también un debilitamiento de los contrapesos no gubernamentales al medir la libertad de los periodistas, las organizaciones de la sociedad civil, los partidos políticos y los ciudadanos, para reportar y comentar sobre las políticas gubernamentales sin miedo a represalias. (de 0.58 en 2015 pasó 0.48 en 2022).
La gran pregunta es ¿por qué millones de mexicanos que votaron por un cambio apoyan la repetición de un presidencialismo que creíamos haber superado? ¿Será que el verdadero problema está en quienes conciben en la figura del Presidente de la República al ser omnipotente que todo debe resolver?