Dos marchas, dos eventos masivos, dos bandos que defendieron sus cifras y posturas, pero no hubo nota.
Lo de menos es resumir cada marcha, al final ambas fueron a favor y en contra de algo, cada una defendió su postura ideológica y sirvió para criticar al otro bando y por eso no hubo nota.
No hubo nota, porque ya sabíamos qué sucedería. En cada caso ya teníamos una visión anticipada de los discursos, los mensajes y las críticas. La foto era anecdótica y, acaso, con cierto valor periodístico.
Digo que no hubo nota, pero no significa que fueran carentes de interés periodístico y para el caso, quienes no quisieron participar en ninguna de las marchas tenían derecho a saber qué sucedió a través de las narraciones de los medios de información.
El problema es que los medios también tomaron partido y apelaron a los intereses ideológicos de sus audiencias cautivas, ignorando las necesidades informativas y el derecho de acceso a la información de quienes no asumen posturas, que realmente parece ser la enorme mayoría de la población.
No tenemos un estudio científico que nos diga en términos reales cuántas personas apoyan a cada una de estas dos clarísimas posturas ideológicas y por tanto tampoco tenemos la estadística de cuántos millones de personas están en la posición de que no les importan los discursos políticos ya tan desgastados a cuatro años de este gobierno.
Sin embargo, esas personas que están en el “me vale”, también merecen ser informadas, también tienen derecho a recibir información útil y esto no lo han encontrado en los medios periodísticos.
El periodismo mexicano se ha radicalizado de una manera preocupante y está ignorando a una enorme cantidad de personas que solo recibe información sesgada, incompleta, ideologizada y, en algunos casos, hasta manipulada.
Y no ha sido consecuencia de las marchas; más bien las marchas terminaron de mostrarnos esta forma en que las grandes empresas mediáticas, pero también los medios pequeños y los medios emergentes, han optado por abandonar el periodismo profesional para dedicarse a la transcripción de discursos, a la reproducción de boletines de prensa y a convertirse en agencias de relaciones públicas de esas dos grandes posturas ideológicas.
Si no corregimos el rumbo, seguiremos perdiendo terreno ante la posverdad y, sobre todo, seguiremos perdiendo la confianza ciudadana que tanto necesitamos.
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*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”. Conduce el programa “Periodismo hoy”, que se transmite los martes a las 13:00 h, por Radio Educación.
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