Que quede claro: el derecho a la libertad de expresión es un derecho humano, una prerrogativa que nos pertenece a todos por igual y no es patrimonio exclusivo de periodistas.
Que quede claro también que este derecho a la libertad de expresión no es ilimitado y encuentra sus límites en el resto de los derechos de las personas, por lo que la libertad de expresión NO es un permiso anticipado ni licencia previa para ofender, agredir, denostar, acusar en falso ni discriminar a nadie.
El derecho de réplica no es distinto: también es un derecho que tenemos todas las personas y que en algunos casos se ha reglamentado para evitar abusos, como aquellos que a veces se cometen desde el periodismo poco profesional, que privilegia adjetivos, opiniones y descalificaciones por encima de la información.
Hace unos días conocimos un intento por parte de la bancada del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) de imponer multas de hasta 4 mil pesos a quien se atreva a ofender al presidente de la República.
Con una clara dedicatoria a los opositores de Andrés Manuel López Obrador, esta intentona de perseguir y castigar a quienes ofendan al inquilino de Palacio Nacional se balancea en los límites del autoritarismo y la criminalización de las consciencias.
Es, por lo menos, ponernos en los niveles de los regímenes totalitarios como los de Rusia, China, Turquía, Siria o Corea del Norte; o al menos vernos en el triste espejo latinoamericano de dizque izquierda de Cuba, Venezuela y Nicaragua, o de la ultraderecha bolsonarista de Brasil, o de El Salvador. Es como aquella Policía del Pensamiento que describe George Orwell en su novela “1984”.
Inicié esta reflexión aclarando precisamente que la libertad de expresión NO es un permiso anticipado para ofender a nadie y es claro que ofender y ponerle calificativos al presidente en turno no es ejercer la libertad de expresión.
Podemos asumir una posición crítica contra cualquier gobernante (de hecho, de eso se trata el periodismo), pero eso no autoriza a lanzar improperios.
Pero una cosa es entender que las ofensas no son válidas y otra muy distinta es querer criminalizar y perseguir a quienes ofenden al presidente. ¿Recuerdan cuando un señor llamado Andrés Manuel López Obrador calificaba de “tepocata” al presidente en turno Vicente Fox Quesada?
Y por eso es pertinente aclarar que el derecho de réplica no tiene nada que ver con devolver los agravios verbales, como es la práctica común del empleado más caro de la presidencia. Todos los días el dueño del micrófono presidencial acusa en falso, denuesta y ofende a sus opositores, y eso lo califica de derecho de réplica. Nada más falso.
En todo caso, si el partido en el poder cree que debe imponer multas a quien ofenda al presidente en turno, ¿impondrán las mismas multas a quien sea presidente y ofenda a sus “adversarios”? Qué bueno que la ley no es retroactiva, de lo contrario, ya habría importantes deudas personales con las arcas públicas.
Este tema me hizo recordar absurdos como los inventos del dictador Antonio López de Santa Ana de cobrar impuestos por puertas y ventanas, para pagar la deuda externa a mediados del siglo 19 en México. Absurdos del autoritarismo.
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*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”. Conduce el programa “Periodismo hoy”, que se transmite los martes a las 13:00 h, por Radio Educación.