Esta es la entrega final de la serie “Emprendedores que nos cambian la vida”, en la que he abordado múltiples maneras en las que estos individuos, inquietos y proactivos por naturaleza, enriquecen nuestras vidas a través de los imaginativos productos, servicios e ideas que ponen a nuestro alcance. No obstante, también es cierto que en ocasiones los beneficios de estas aportaciones son a lo más relativos.
Pongamos el caso, por mencionar alguno, de Mark Zuckerberg, el creador de Facebook. Su plataforma social ha facilitado, sin duda, la interacción entre parientes y amigos. Sin embargo, es también inmisericordemente utilizada para extraer información sobre los hábitos y estilos de vida de sus usuarios, que es posteriormente vendida por Zuckerberg al mejor postor. Esto nos lleva a preguntarnos quién acaba sirviendo en realidad a quién.
Un ejemplo igualmente preocupante es el de Elon Musk, impulsor del automóvil Tesla y pionero en la exploración espacial con fines comerciales, a cuyos logros me referí en la entrega pasada. Presentaré ahora evidencias de su lado oscuro.
Para empezar, su escandalosa adquisición de Twitter, la red social de microblogueo, lo hizo ver, a ojos de la opinión pública mundial, como un individuo caprichoso, empeñado en hacer uso de su poder financiero para adueñarse de una plataforma que de tiempo atrás anhelaba controlar. Una vez cumplido su capricho, su desastrosa gestión ha puesto en riesgo la salud financiera de la compañía, a un grado tal que sus ventas se han desplomado abismalmente.
Una de las primeras acciones de Musk fue despedir a la mitad de la fuerza de trabajo de Twitter sin explicación alguna y a quienes sobrevivieron el drástico recorte los conminó a trabajar “largas horas de alta intensidad”, para decirlo en sus propias palabras. Además, los amenazó con que, de no hacerlo, prescindiría de sus servicios. Como respuesta, mil 200 de ellos renunciaron en el acto.
Por si fuera poco, las autoridades gubernamentales de la ciudad de San Francisco anunciaron en diciembre que iniciarían una investigación para atender la queja de que la empresa había convertido algunas de las oficinas de sus empleados en dormitorios, al incorporar cortinas y colchones. De hecho, algunos de ellos compartieron en las redes que se veían obligados a quedarse a dormir en el lugar de trabajo para mantenerse a la par con sus exigencias laborales.
Más recientemente, se reveló que Musk había comisionado a 80 de sus ingenieros para que modificaran el algoritmo de Twitter, de manera tal que sus tuits fueran vistos por más personas durante el llamado “super tazón” del futbol americano. También se reveló que el magnate había despedido a uno de sus expertos por hacerle ver que sus tuits no eran ya tan bien vistos por los usuarios.
Otra de sus compañías, Neuralink, está siendo investigada por autoridades de los Estados Unidos por haber sacrificado miles de animales en sus experimentos médicos, entre ellos, ovejas, cerdos y monos, práctica contraria a los estándares éticos y violatoria de la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, avalada por Unesco y la ONU.
No es, pues, de extrañarse que Anne Marie Squeo, una de sus arrepentidas clientas, hubiese declarado públicamente: “Elon Musk me hace sentir vergüenza de conducir mi Tesla”. De acuerdo con un despacho de la BBC Nueva York, la decepcionada mujer hizo ver así que se sentía, con toda razón, juzgada por poseer un vehículo asociado al controversial emprendedor.
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