GURÚES

La espiritualidad y la experiencia mística (parte 2)

Los practicantes de la religión cristiana solemos establecer una mayor conexión con los misterios de la fe un par de veces al año: alrededor de Semana Santa y en la época navideña. De ahí que en esta serie aborde dos temas cruciales: la espiritualidad, manifestada dentro o fuera de los cultos religiosos, y la experiencia mística, como se da en llamar a las intensas y fugaces vivencias de conexión con el Todo, que muchos de nosotros hemos sentido, incluso sin proponérnoslo.

Jean Houston y Robert Masters, del Instituto de Investigación de la Mente, documentan una experiencia como estas de labios de un sujeto que les compartió la siguiente vivencia: “Experimenté un trepidante relámpago de éxtasis y mi cuerpo se disolvió en el flujo de la materia o energía de la que está hecho el universo. Fui arrebatado hacia el centro de la existencia, de donde surgen todas las cosas y en el que convergen todas. Allí no hay distinción entre sujeto y objeto, entre espacio y tiempo, ni cualquier otra cosa. Allí todo es y no hay comienzo ni final, solamente transformación”.

Ante un testimonio anónimo como el anterior, uno tendría todo el derecho de ponerlo en tela de duda y atribuirlo a la imaginación exaltada de alguien tal vez urgido de convertirse en el centro de atención. Cierto. Sin embargo, ¿cómo reaccionaríamos si quien cuenta una historia de similar factura es un personaje acreditado y de muy alta credibilidad? Me refiero a Edgar Mitchell, un astronauta estadounidense que en 1971 se convirtió en el sexto ser humano en pisar la superficie lunar. Fallecido en 2016, ostentaba un doctorado en aeronáutica del MIT y tres doctorados honoris causa, otorgados por sendas universidades de su país.

Al regresar de su misión lunar, Mitchell se retiró de la NASA y fundó el Instituto de Ciencias Noéticas, dedicado a investigar la relación entre la ciencia y la experiencia mística. “Me interesaba -escribiría posteriormente- entender mejor los complejos conocimientos que obtuve de mis experiencias en el espacio”.

Más concretamente, se refería a la profunda conexión espiritual que experimentó durante su viaje de regreso a la Tierra al concluir la misión Apolo 14. Mitchell describió tan sublime experiencia como una epifanía, es decir, la profunda sensación de júbilo surgida al intuir la verdadera naturaleza de las cosas. En español usamos también la palabra arrobo para describir una alegría tan intensa que resulta imposible pensar ni sentir nada más fuera de ella.

Curiosamente, el doctor Mitchell no es el único astronauta que ha dado un giro de 180 grados a su ocupación profesional tras regresar del espacio profundo. Es el caso de Jim Irwin, el octavo ser humano en caminar sobre la superficie lunar. Al dejar la NASA, estableció la Fundación High Flight, dedicada a inspirar al individuo común y corriente a “emprender el vuelo más alto posible con Dios”. A él se le atribuye la frase: “Más importante es Jesucristo cuando caminaba sobre la Tierra que un ser humano caminando sobre la Luna”.

Para Mitchell, el origen de todas las religiones surge de la experiencia mística. En su libro “The way of the explorer” (“El camino del explorador”), Mitchell señala: “Desde los primeros chamanes y curanderos, los humanos de todas las culturas han descubierto que, en determinadas circunstancias, es posible percibir información que va más allá del ambiente inmediato”. Algunas vías para que esto suceda son la meditación, el silencio y la autorreflexión.

(Continuará la próxima semana)