GURÚES

La espiritualidad y la experiencia mística (parte 4)

Una de las características fundamentales de la espiritualidad es el encuentro fugaz y espontáneo con la magnificencia de la creación divina. Lao Tse expresa la aproximación a la energía sutil del universo de esta manera: “La imaginación no es suficiente para atraparla. / Carece de principio y fin. / Esta es la esencia del Tao. / Mantente en armonía con esta presencia ancestral / y podrás conocer la magnitud del momento presente”. Para vivir una experiencia mística, como he propuesto a lo largo de esta serie, no es requisito profesar alguna creencia religiosa, pues siempre se encuentra disponible a todos aquellos conectados con la profundidad de su ser.

La Dra. Yvonne Kason, catedrática de la Facultad de Medicina de la Universidad de Toronto, se remite a su adolescencia temprana, cuando vivió uno de estos momentos: “Un día de otoño salí a caminar por el campo. En un momento dado, llegué a una abertura entre las colinas y, de repente, pude contemplar una increíble vista de brillantes hojas anaranjadas, escarlatas y doradas que adornaban las ondulantes colinas. El cielo contrastaba con una deslumbrante tonalidad azul. La vista era impresionante. Me quedé boquiabierta y en mi corazón musité espontáneamente una oración interior: ‘¡Gracias, Dios!’” (Y. Kason, “Farther shores”, p. 37, mi traducción).

Continuando con su narración, Kason refiere que, momentos después, entró en un estadio de trance. “Fue entonces -escribe- cuando empecé a sentir como si me fundiera con el todo. Yo era una con los árboles, los montes y el cielo. Me sentí totalmente conectada con el amor del Universo. Perdí la noción de cuánto tiempo estuve allí de pie, atrapada en la belleza de la creación de Dios” (ibídem).

Como apuntaba aquí la semana pasada, la sensibilidad propia de los artistas los vuelve susceptibles de caer rendidos ante la grandeza de la creación divina. En particular los poetas, como podemos apreciar en estos versos de Walt Whitman en “Hojas de hierba” (1855): “Y sé que la mano de Dios es la promesa de la mía, / y sé que el espíritu de Dios es hermano del mío, / y que todos los hombres nacidos son mis hermanos, y las / mujeres mis hermanas y mis amantes, / y que el germen de la creación es el amor”. En otro pasaje comparte también su maravillado asombro: “Un niño preguntó:

“¿Qué es la hierba?”, mostrándome sus manos colmadas; / ¿qué podía responderle? Yo ignoro, como él, qué es la hierba. / Supongo que debe ser la bandera de mi índole, urdida con / la verde sustancia de la esperanza”.

Otra de las bellas artes relacionadas con la experiencia mística es la música. En su libro “The mystic mind”, Crystal Love refiere que, desde hace miles de años, los tibetanos se han acompañado del dulce sonido de la armónica en sus ritos sagrados. Esto me remite a una variante de la música devocional hindú conocida como kirtan, nombre que significa “canto de los nombres de Dios”. Estos cánticos, en sánscrito, permiten expresar el amor por la divinidad, siendo Krishna Das, seguidor del gurú Neem Karoli Baba, uno de sus máximos exponentes actuales.

Los cánticos del kirtan frecuentemente conducen a sus practicantes a estados cercanos al éxtasis religioso. Lo mismo sucede con el góspel, género musical propio de los cristianos afroamericanos.

Como podemos constatar, la experiencia mística se encuentra estrechamente asociada a la comunión con la naturaleza, a la poesía y a los cánticos devocionales…

(Continuará la próxima semana)