Especialistas en diversas materias -criminólogos, sociólogos, psicólogos y psiquiatras- han desarrollado diferentes teorías del por qué las personas cometen delitos, es decir, qué las orilla a “apartarse del buen camino”.
Por ejemplo, el Modelo del Triple Riesgo Delictivo de Santiago Redondo explica que el riesgo delictivo de una persona depende de la combinación en ella de “dimensiones de riesgo” procedentes de tres fuentes: características personales, apoyo prosocial y oportunidades delictivas.
En el primer caso se refiere a características individuales, tanto inherentes a la persona, como adquiridas; y entre los riesgos personales, el autor cita, por ejemplo: impulsividad, hiperactividad, problemas de atención; ausencia de sentimientos de culpa; bajas habilidades interpersonales; y creencias antisociales. Esto, en contraposición a factores como: autoprotección y normalidad del sistema nervioso central, capacidad de sentir culpa, buenas habilidades verbales e interpersonales y creencias prosociales. La vulnerabilidad del comportamiento antisocial aumentará, expone, en la medida en la que se presenten en el individuo una o más características en su extremo negativo.
Asimismo, Santiago Redondo describe ejemplos de riesgos ante la falta de un apoyo prosocial, que repetidamente han sido identificados en quienes cometen delitos: crianza inconsistente, cruel, abandono y rechazo; amigos delincuentes; desvinculación de la escuela; barrios deteriorados, desorganización social, etnias minoritarias, privación relativa y cultura delictiva. Ello, en contraste con factores de protección como: crianza con afecto, dedicación y control de conducta; amigos prosociales; apego a la escuela; barrios no delictivos, nivel económico estándar y cultura prosocial.
Sobre las oportunidades para el delito violento, refiere la presencia de contextos y víctimas vulnerables; y describe como dimensiones de riesgo: el insulto y la provocación, espacios públicos y anónimos, así como alta densidad de población; para delitos contra la propiedad: propiedades descuidadas, desprotegidas o abandonadas; proximidad a zonas degradadas. Lo anterior, en oposición al diálogo tranquilo, un control formal e informal, baja densidad (sin llegar al aislamiento), protección y autoprotección.
El asunto es pues muy complejo por el sinnúmero de factores que intervienen.
Por otro lado, de acuerdo con el Manual sobre la aplicación eficaz de las Directrices para la prevención del delito de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), existen componentes clave en las normas para prevenir el delito: El papel de los gobiernos en todos los niveles; la prevención del delito con base en el conocimiento; planificación, seguimiento y evaluación estratégicos; enfoques multisectoriales y trabajo en asociación; implicación de comunidades y sociedad civil, incluido el sector privado.
Sin embargo, en México, lo que prevalece es la visión del presidente López Obrador; y para él, solo hay de dos sopas: quienes creen que es más importante atender las causas que originan la inseguridad y la violencia… corriente en la que él se incluye: “Por eso he dicho: abrazos, no balazos… el ser humano no es malo por naturaleza, no nacemos malos, son las circunstancias las que llevan a algunos a tomar el camino de las conductas antisociales”.
Y de ahí sus declaraciones:
-“Se burlan de mí cuando planteo que sus mamás, sus papás, sus abuelos, los cuestionan y ya no los ven bien, cuando toman el camino de la delincuencia… Que nos ayuden los familiares, sobre todo con los jóvenes”.
-“Hay casos en donde detienen a alguien de los que trabajan en las comunidades, algún grupo de la delincuencia, y usan los que trabajan en las comunidades un chaleco, y ya los identifican y los respetan”.
-“Un exhorto a que no actúen de manera violenta… Ellos deben de asumir una responsabilidad y comportarse como buenos ciudadanos”.
-“Todo lo que signifique hacer a un lado o no usar la violencia, lo apruebo” (sobre si aprobaría un pacto de paz con el crimen organizado).
La concepción opuesta, asevera, es de quienes sostienen “que lo más eficaz es la mano dura, las medidas coercitivas; esto es: leyes más severas, cárceles, decisiones de mayor energía, por no hablar de autoritarismo y, en los hechos, no respetar las libertades y los derechos humanos”.
…Y si de entrada, para él la aplicación de la ley representa una acción autoritaria y violenta, pues nomás ¡no hay ni pa’ dónde hacerse!
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