Con cronómetro en mano, empiezo a medir el tiempo que te toma leer esta columna. Lo de los 47 segundos no es arbitrario, viene de investigaciones realizadas por Gloria Mark, profesora de informática de la Universidad de California, sobre la capacidad de atención de los seres humanos. En 2004, ella descubrió que una persona promedio enfocaba su atención en una página web durante 150 segundos (un minuto y medio) antes de cambiar a otra. Su investigación más reciente revela que dicho tiempo se ha recortado de manera alarmante, pues ahora solo permanecemos ¡47 segundos! en alguna página web que por algún motivo nos atrajo la atención. Mark, quien ostenta un doctorado en Psicología, proporciona tan revelador dato en su libro “Attention span” (“Capacidad de atención”), salido a la venta a inicios de año.
Alexis Ohanian, quien dirige el sitio de Internet Reddit, que cuenta con 430 millones de usuarios, está plenamente consciente de que los seres humanos tenemos la capacidad de atención de un mosquito, cuando afirma: “Ser efectivo en las redes sociales, ya sea por cosa de negocios o a nivel de uso personal, significa atraer personas con breve capacidad de atención. Con ellos estás a un solo ‘clic’ de que le cambien a la foto de algún gatito gracioso. Así que aquello que subas tú a la red tiene que ser más convincente que el susodicho gato”.
(Volteo a ver mi reloj y me doy cuenta de que se terminaron mis 47 segundos; si logro que continúes leyendo, lo consideraré una hazaña que poco merezco).
Lo cierto es que nuestra corta atención no solo se manifiesta en el uso de Internet, sino en nuestra vida en general. Elle Hunt, del diario británico “The Guardian”, se pregunta si la vida moderna ha arruinado nuestro poder de concentración. De acuerdo con un estudio de una universidad londinense, en una muestra de 2 mil adultos se encontró que el 49 por ciento reconoció que “pensar de manera profunda” era ya más bien cosa del pasado, por aquello de las constantes distracciones.
A veces nos quejamos de que difícilmente podemos terminar una idea sin que nuestro interlocutor nos interrumpa, pero, de acuerdo con Gloria Mark, somos más bien nosotros mismos los que nos interrumpimos al brincar de una cosa a la otra, precisamente debido a nuestra minúscula capacidad de atención.
Hunt plantea que los teóricos apuntan a dos posibles hipótesis para explicar nuestra poca concentración. Por un lado, se encuentran aquellos que culpan a las nuevas tecnologías por habernos “robado” la habilidad para enfocarnos. Por el otro, están los que afirman que la culpa es nuestra, por nuestra propia falta de control. Es decir, nada tendría por qué distraerte si realmente te esforzaras en enfocarte. Prueba de ello es que muchos han sido capaces de conservar su poder de concentración, a pesar de la lluvia de tuits y wasaps.
Una de las ocupaciones en las que la falta de concentración ha hecho particular mella es la educativa. Yo, como docente, soy testigo de cómo la capacidad de atención de mis estudiantes se ha ido esfumando. Me reúno con ellos en sesiones de tres horas. Tres horas que en su escala de temporalidad equivalen a tres siglos. Siempre he disfrutado al máximo mi labor como educador, pero, a decir verdad, a veces siento como si formara parte de un circo de tres pistas, pues tengo que cambiar a cada momento el estímulo: de pizarrón a video, a trabajo en equipo, a discusión plenaria, luego Internet, etcétera. Y todo esto durante el transcurso de clase.
(CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA)
