De acuerdo con una experta en el tema, dispongo de 47 segundos para captar tu atención. De lo contrario, te brincarás a otro texto sin pensarlo dos veces. La experta en cuestión es la Dra. Gloria Mark, profesora de informática de la Universidad de California y autora del libro “Attention span: Find focus, fight distraction” (“La capacidad de atención: Enfócate y no te distraigas”), publicado a inicios de año.
En mis tiempos de juventud solíamos decir que alguien con escasa capacidad de atención tenía “cabeza de chorlito”, haciendo referencia a un ave que gozaba de dicha fama. Lo cierto es que todos tenemos algo de chorlitos, pues nuestra capacidad de concentración se ha ido reduciendo a medida que los múltiples artilugios tecnológicos compiten entre sí para robarnos la atención, trátese del “bip” de un wasap o del parpadeo de alguna pantalla cercana.
El problema es que nos engañamos pensando que nuestra capacidad de atención es a toda prueba. En particular, nos escudamos en la falsa idea de que somos muy buenos para el ‘multitasking’ (consecución de varias tareas a la vez) solo porque hemos aprendido a malabarear (torpemente, diría yo) entre los repetidos estímulos visuales, auditivos y táctiles de nuestros referidos ‘gadgets’.
En “Stolen focus” (2022), el periodista Johann Hari acude al Dr. Earl Miller, profesor en neurociencia del MIT (Massachusetts Institute of Technology), para confirmar lo anterior. “El cerebro humano -estipula el catedrático- solo es capaz de producir uno o dos pensamientos a la vez”. Por lo tanto, nuestra capacidad cognitiva es sumamente limitada. Se echa así por la borda el mito de que somos capaces de pensar en cinco o seis cosas a la vez. Para lo que sí somos buenos es para malabarear ideas, como mencionaba antes, ya que somos aptos para prestar atención intermitente cuando suceden varias cosas. Dicho de otra manera, podemos brincar de una idea a la otra, pero no pensar en varias a la vez.
Además, solemos experimentar este malabareo al que equivocadamente llamamos ‘multitasking’, en momentos de ansiedad y de estrés, precisamente porque varias cosas reclaman nuestra atención inmediata. Cuando esto sucede, aumenta la presión arterial, se acelera el ritmo cardiaco y se experimenta una sensación de fatiga, nada de lo cual es bueno para la salud.
Otro docente a quien recurre Hari en su obra es el Dr. Charles Czeisler, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, quien apunta a una de las razones por las que hemos perdido la capacidad de concentración: dormimos demasiado poco. Esta situación nos lleva a experimentar lo que él llama “parpadeos de atención”. Es decir, debido a la falta de sueño, por una fracción de segundo perdemos la capacidad de poner atención, pues una parte del cerebro está despierta y la otra, dormida. Lo más extraño del caso es que en ese microsegundo en el que dormimos fugazmente ¡permanecemos con los ojos abiertos! De ahí que nos autoengañemos pensando que estamos alertas cuando en realidad no es así.
El Dr. Czeisler demostró empíricamente el fenómeno del parpadeo de atención haciendo uso de una sofisticada tecnología que rastrea la dirección de la mirada y que escanea a la vez el cerebro para registrar lo que allí sucede. Descubrió que en el microinstante en que la persona duerme con los ojos abiertos, no es capaz de ver lo que tiene enfrente, aunque parezca que sí.