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noviembre 26, 2024

Barbie, luces, ¡acción!

Personificada por nada menos que Margot Robbie, Barbie ha llegado a las salas de cine. No me dedicaré aquí a evaluar los méritos de la cinta, coprotagonizada por Ryan Gosling en el papel de Ken, tarea que dejaré a los críticos especializados.

La legendaria muñeca fue creada en 1959 por Ruth Handler (Barbie y Ken fueron llamados así por Barbara y Kenneth, sus hijos en la vida real). Elliot, marido de Ruth, es uno de los fundadores de la compañía Mattel, propietaria de la marca, por lo que el personaje es literalmente un producto de la más acendrada fantasía capitalista. Por eso no me sorprende que la réplica de la casa de los sueños de Barbie, presentada en la película, se haya agotado ya, a pesar de su elevado precio (150 dólares).

Tampoco pondré en tela de duda el estatus de ícono cultural atribuido a la legendaria muñeca. Baste con mencionar que Andy Warhol, ya en la etapa final de su vida, la pintó en su muy particular estilo (el cuadro se vendió en 1 millón de dólares); que el Louvre presentó una exhibición de 700 muñecas Barbie en 2016, y que una sección de Times Square, en Nueva York, fue rebautizada durante una semana con el nombre de Barbie Boulevard.

Lo que sí me resulta imposible evitar es el escalofriante dato de las proporciones anatómicas de Barbie, ya que si se tratase de un cuerpo real, su reducida cintura sería imposible de imaginar, sus piernas resultarían excesivamente largas y delgadas, y sus diminutos pies serían incapaces de sostener su peso. La niña o jovencita que quisiese imitar un cuerpo tan famélico sería candidata a trastornos alimentarios como la anorexia.

También me espanta un poco el empecinamiento de Hollywood por saturar la pantalla grande con personajes de juguetes y cómics en su afán de asegurar las pingües ganancias, dejando atrás el tipo de cintas que solíamos ver cuando los directores cinematográficos realmente se tomaban en serio su papel. Pensemos, por mencionar algunos, en Hitchcock, Kubrick, Fellini, Kurosawa o Tarkovsky (me perdonarán las lectoras, pero el séptimo arte sigue en gran parte vedado a las directoras de cine).

Lo mismo se podría decir de tantos actores y actrices talentosos, que se ven obligados a aceptar papeles mediocres en las cintas taquilleras con tal de ganarse el pan de cada día. Es el caso de la propia Margot Robbie, quien ha sido nominada en 40 ocasiones a premios de la industria cinematográfica, incluidas dos nominaciones a los Oscar (Mejor actriz por “Yo, Tonya” y Mejor actriz de reparto por “Bombshell”). Por su parte, Greta Gerwig, la directora de “Barbie”, ha recibido tres nominaciones a premios de la Academia.

Por fortuna, los espectadores dan ya signos de estarse cansando del cinismo hollywoodense, a decir del sonoro fracaso del forzadísimo retorno de Indiana Jones, ¡42 años! después del estreno de “Los cazadores del arca perdida” (por el amor de Dios, el señor Harrison Ford tiene 81 años: déjenlo retirarse a gusto). Y qué decir de “Flash”, una mega producción de 220 millones de dólares, estrenada en junio, en salas claramente semivacías.

Sin embargo, a Barbie le auguro un enorme éxito por ser la primera película de la saga y por el indudable calibre de su directora y su protagonista. Sin embargo, espero que nuestros hijos y nietos no tengan que endilgarse “Barbie, la abuelita fiestera” por allá del 2040, cuando las salas cinematográficas sean ya en su totalidad subterráneas, por aquello del calentamiento climático.

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