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noviembre 26, 2024

De la autoestima a la autocompasión (parte 5 y última)

En esta serie he invitado a los lectores a incorporar a su acontecer cotidiano dos herramientas valiosas para su bienestar personal: la autoestima, que te llevará a identificar, reconocer y llevar a la práctica la creencia de que eres una persona valiosa, merecedora de todo aquello que pueda darte la vida, y la autocompasión, que te proveerá de energía emocional para conservar la vertical cuando la vida se empeñe en derribarte.

En un ensayo reciente de Alli Spotts de Lazzer en la revista “Psychology Today”, esta terapeuta plantea: “La autocompasión nos permite mostrarnos cálidos y comprensivos hacia nosotros mismos cuando sufrimos, fallamos o nos sentimos inadecuados, en vez de optar por ignorar el dolor que sentimos o autoflagelarnos con autocríticas”. Por su parte, Kristin Neff, autora del libro “Sé amable contigo mismo” (2016), afirma que ser amable con uno mismo es un hábito más poderoso de lo que pensamos, pues este se sustenta en principios biológicos incuestionables.

“Las investigaciones demuestran que el aumento de los niveles de oxitocina incrementa en gran medida el sentimiento de confianza, paz, seguridad, generosidad y conexión, además de fomentar la capacidad de sentir cariño y compasión por uno mismo” (pág. 43), ya que esta hormona reduce el temor y la ansiedad. Conforme crecemos, no solo cambiamos la mente, sino también nuestra corporalidad.

La autocompasión es, pues, un bálsamo espiritual de acción instantánea, que nos lleva a abrir el corazón y a sentirnos en paz con nuestras imperfecciones, pues así nos costará menos trabajo perdonar las fallas de los demás. A diferencia de la autoestima, que nos hace sentir especiales, la autocompasión nos recuerda que somos exactamente como los demás, ya que nos reconocemos frágiles y vulnerables.

“Los buenos sentimientos de la compasión por uno mismo -arguye Neff- no desaparecen cuando metemos la pata o las cosas van mal; de hecho, la autocompasión interviene precisamente cuando la autoestima nos falla”. Lejos de abandonarnos, nos recibe con los brazos abiertos, pues la compasión es una virtud cultivada en los terrenos de la paciencia.

La autocompasión surge en el instante en que abres tu corazón, pues posibilitas de esta manera la receptividad emocional. “Cuando abrimos el corazón -apunta esta especialista-, damos rienda suelta a nuevas experiencias de amor, valor y posibilidades ilimitadas” (pág. 223). Cierto es que cuando nos cerramos al dolor lo hacemos para no sentirnos lastimados; sin embargo, la sobreprotección nos puede llevar también a desconectarnos del alma y sentir que no somos lo suficientemente buenos.

En “The mindful self-compassion workbook” (2018), otra de sus obras, la doctora Neff pone al descubierto algunas ideas erróneas sobre la autocompasión. MITO No. 1: “Autocompasión equivale a decirnos ‘Pobrecito de mí, cómo sufro’”. De hecho nos lleva a enfrentar el sufrimiento en vez de sacarle la vuelta. MITO No. 2: “Yo soy fuerte, la autocompasión es para los débiles”. Una vez más, es al revés, pues nos hace más resilientes ante las dificultades. MITO No. 3: “La autocompasión me vuelve egoísta, pues me impide pensar en el sufrimiento de los demás”.

Por el contrario, sentir compasión por tu persona te motivará a sentir lo mismo por otros. MITO No.4: “Sacaría aún más provecho si me exijo más en vez de exigirme menos”. Las investigaciones muestran lo opuesto: la autocompasión nos lleva a hacernos aún más responsables de nuestras acciones.

De la autoestima a la autocompasión (Parte 4)

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