No invitó a representantes del Poder Legislativo ni del Judicial Federal a la ceremonia del Grito de Independencia, particularmente de este último; porque “No tenemos buenas relaciones”… también los excluyó del Desfile Cívico Militar. Las imágenes hablan por sí mismas: únicamente ÉL (así en mayúsculas), escoltado por los secretarios de la Defensa y la Marina… ¡el poder enferma!
Y sí, por algo los estudiosos recurrieron al término de origen griego “hubris” o “hybris” -relacionado con la insolencia, prepotencia, desmesura y orgullo- para describir un cuadro clínico: Mal de Hubris.
“Alude al ego desmedido, a la sensación de omnipotencia, al deseo de transgredir los límites que los dioses inmortales impusieron al hombre frágil y mortal. En la mitología griega se aplicaba a los que víctimas de su propia soberbia, se creían y actuaban como dioses. Es, en definitiva, un intento de romper el equilibrio entre los dioses, la naturaleza y el hombre. Y lleva implícito el desprecio hacia el espacio de los demás (…)” señala González-García J. (Síndrome de «hubris» en neurocirugía. Rev Neurol 2019;68 (08):346-353).
Y recuerda que el neurólogo británico David Owen concibió el término “síndrome de Hubris” como un trastorno caracterizado por el surgimiento de un ego desmedido, desprecio hacia las opiniones y necesidades de los demás; y que él y Jonathan Davidson enumeraron 14 síntomas de este mal en líderes políticos: Propensión narcisista a concebir el mundo como un lugar para ejercitar el poder y buscar la gloria; tendencia a llevar a cabo acciones para autoglorificarse y ensalzarse; preocupación desmedida por la imagen; modo mesiánico de expresar asuntos comunes y tendencia a la exaltación; identificación con la nación, el estado y la organización; inclinación a hablar de sí mismo en tercera persona y usar la forma “nosotros”; excesiva confianza en su propio juicio y desprecio por el de los demás.
Además de tendencia a la omnipotencia; concepción de que no se debe rendir cuentas a sus iguales, colegas o a la sociedad, sino a la historia o a Dios; convencimiento de que estos últimos los absolverán; pérdida de contacto con la realidad (aislamiento gradual); inquietud, imprudencia e impulsividad; convicción de la rectitud moral de sus propuestas, sin importar el costo; e incompetencia por excesiva autoconfianza y falta de atención en los detalles.
El psiquiatra Andrés Flores Colombino, por su parte, describe en “La Salud Mental y la actividad política” que quienes padecen este síndrome se rodean de funcionarios mediocres, neutralizan a su rival con cualquier método, fabrican una red de espías para controlar a adversarios e, incluso, subraya “a los de su propio partido”; aunque asevera: “Terminan cayendo en la trampa de su propia política. La pérdida del mando o de la popularidad, los lleva a la desolación, la rabia y el rencor”.
Narra que en una primera fase, internamente, el político duda de su capacidad; pero luego “surge la legión de incondicionales que le facilitan y reconocen su valía”, por lo que comienza a creer que llegó ahí por su propio mérito; entonces, todo el mundo quiere saludarlo y acercarse a él. Después cae en una “ideación megalomaníaca”, en la que se percibe a sí mismo como infalible e insustituible; surgen así las “obras faraónicas” y las “conferencias sobre temas que desconoce”.
El ejercicio de poder lo lleva, agrega asimismo, a un “desarrollo paranoide”; en el que quienes se opongan a él o a sus ideas, son enemigos personales: “Puede llegar incluso a la ‘paranoia o trastorno delirante’ que consiste en ‘sospechar de todo el mundo’ que le haga una mínima crítica, y progresivamente se va aislando de la sociedad”.
El especialista advierte que “llega un momento en que deja de escuchar, se vuelve imprudente, toma decisiones por su cuenta, sin consultar; porque cree que sus ideas son correctas. Aunque finalmente se descubra que son erróneas, nunca reconocerá la equivocación. Se siente llamado por el destino a las grandes hazañas”…
Hasta aquí el retrato de YSQ ¿A poco no?
P.D. “¿Por qué no ponemos el Grito? A ver si lo tienes. Esto es el Grito, por los que no escucharon.
Comentarles que agregué. Ya había dicho que muriera la corrupción y la avaricia y el racismo; no había ligado el ‘muera la discriminación’ con ‘viva el amor’. Porque no quise decir: muera el odio, no, ya sabemos, está muy feo eso hasta decirlo. Entonces, opté por ‘muera la discriminación’ y ‘viva el amor’ y ‘vivan los hermanos migrantes’ y ‘vivan los pueblos indígenas’, y lo que siempre digo, ‘Viva la grandeza cultural de México’. A ver”. (AMLO, Mañanera 18 de septiembre de 2023, mientras se observa a sí mismo en la enorme pantalla).