La barda, pintarrajeada, hace las veces de plataforma para la denuncia política: “No al feminismo radical, viva el poder masculino”. Apenas unos pasos adelante, el grafiteo atrapa visualmente al viandante: “El feminismo es un machismo al revés”. Y, no lejos de allí, poco sorprenderá el llamado condenatorio: “¡Stop feminazis!”. Bastará un poco de imaginación para visualizar esta escena en cualquier país y en cualquier ciudad.
Contra lo que pudiera pensarse, al antifeminista no lo mueve el desprecio sino el miedo. Miedo a perder sus privilegios, sí, pero sobre todo a la angustia humillante de verse forzado a reescribir la historia de su vida para incorporar a un nuevo personaje al elenco: la mujer pensante y asertiva, aquella que no pide permiso y que, desde su perspectiva, tiene la maldita costumbre de salirse, a su arbitrio, del huacal.
Flood, Dragiewicz y Pease (2020) identifican las siguientes tácticas, utilizadas por el antifeminismo para desacreditar la lucha por la equidad de género.
NEGACIÓN. Este mecanismo se echa a andar cuando se pretende hacer creer que la igualdad de género es un mero constructo y que poco o nada tiene que ver con la realidad. Se escuda en la narrativa de que la mujer, lejos de ser sojuzgada por los hombres, goza de cada vez más libertades y derechos. Por ello, los antifeministas insisten en “sentirse cansados” de que los hombres sean presentados por las feministas como los malos de la película y arguyen que, en todo caso, lo que existe es una “discriminación al revés”. De acuerdo con esta óptica, tanto hombres como mujeres están sujetos al abuso sexual. Si bien alrededor del 10 por ciento de los hombres lo han sufrido, también es cierto que en países como Etiopía el 58 por ciento de las mujeres ha sufrido violencia sexual por su pareja, de acuerdo con estadísticas de la ONU.
RECHAZO. Los antifeministas dicen tener la conciencia tranquila y rechazan la idea de que a ellos los motive el deseo de oprimir a sus contrapartes femeninas, por lo que consideran que no existe la necesidad de hacer cambios significativos al respecto.
INACCIÓN. Dado lo anterior, se lavan las manos, aduciendo que la llamada opresión masculina no es su problema y que, en todo caso, les corresponde a otros solucionarla. Siguen aquí la falsa lógica de que poco sentido tendría reparar aquello que no está descompuesto o roto.
COOPTACIÓN. El mecanismo político de la cooptación se basa en la presión ejercida en contra de los reformadores sociales para que renieguen de su activismo. De acuerdo con Valenzuela y Arévalo (2015), el propósito de la cooptación es “evitar la autonomía y el poder de otro distinto al poder central omnipotente”. En el caso que nos ocupa, buscará neutralizar el movimiento feminista para garantizar el continuismo de la sociedad patriarcal.
APACIGUAMIENTO / REPRESIÓN / VIOLENCIA. Esta táctica consiste en intentar apaciguar a las “mujeres latosas” para que “no anden de argüenderas”. Por ello, los antifeministas pondrán en duda la credibilidad de aquellas que impulsan el cambio. Recordemos cuando Luis Rubiales, exmandamás del fútbol español, se lanzó contra el “falso feminismo” que lo acusaba de haber besado a la jugadora Jenni Hermoso en contra de su voluntad, ilusamente amparado en un insistente “no voy a dimitir, no voy a dimitir”, que a la larga resultó inútil.
Referencia bibliográfica: Flood, M., Dragiewicz, M., Pease, B. (2020). “Resistance and backlash to gender equality”, Australian Journal of Social Issues, 1-16.
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