Si echas la vista atrás para revivir tus tiempos de la escuela primaria, posiblemente escucharás de nuevo el timbre o la campana que anunciaba la hora del recreo, cuando te apoderabas del patio para jugar y correr a tu antojo con tus compañeritos de salón.
Para aquellos que formamos parte de las generaciones que aún fueron educadas siguiendo la premisa “la letra con sangre entra”, algunas de nuestras más tempranas memorias quizás no sean del todo risueñas. En mi caso, ¿cómo olvidar al profesor Juan Antonio Castro, cuyo sentido de la disciplina dependía de su extrema agilidad con el brazo derecho? Me explicaré: si lo veías apuntar el borrador en tu dirección por haberte atrevido a colmarle la paciencia, más te valía ponerte a salvo cuando el infernal artefacto salía disparado cual misil tierra-aire-tierra.
Estando ya en prepa, el profesor Moisés Alvarado era famoso por haber ideado una técnica para evitar que copiásemos en los exámenes. Tras repartirlos de fila en fila, trepaba aparatosamente su silla al escritorio y se repantingaba en esta para proceder a vigilarnos desde la ventajosa altura de su posición estratégica. A pesar de lo riguroso de tan draconiana medida, tan ingeniosa ridiculez me hace sonreír, pues no puedo evitar imaginar al profe como un reyecito apoltronado en su trono. De hecho, ahora caigo en la cuenta de que él poseía una genial chispa humorística que poco valoré en su momento, ya que le importaba un bledo lo que pensásemos de su persona cuando procedía a poner en escena su inolvidable espectáculo.
Las presentes anécdotas, lector / lectora, me han llegado a la memoria tras leer un delicioso ensayo de la filóloga y escritora Irene Vallejo en el diario “Milenio”, intitulado “La vida es juego”, en el que defiende la idea de una enseñanza escolar risueña y lúdica, alejada de la solemnidad que suele enseñorearse de los espacios educativos. Para mi sorpresa, nos hace ver que la palabra escuela procede del griego “scholé”, que significa “ocio, tiempo libre”, mientras que “estudiar” viene de “studium”, que a su vez se origina en “ludus”, vocablo que permitía nombrar por igual “juego” y “escuela”. Esto lo confirma el Diccionario Etimológico Castellano en Línea, en el que se hace notar que “el vocablo latino ‘ludus’ mezcla muchas ideas junto a la idea de recreo, diversión y pasatiempo; conlleva también la idea de ejercicio y adiestramiento en alguna técnica”.
En la misma línea de razonamiento, Vallejo trae a cuento a Sócrates y los sofistas, quienes entendieron la educación como un diálogo disfrutable, por lo que “interpelaban a la gente entre bromas, por las calles o en el ágora”. ¿En qué momento los educadores perdimos el sentido del humor para refugiarnos en la torcida lógica de que la letra con sangre entra? Lo ignoro. Sin embargo, no podía estar más de acuerdo con la iniciativa de la autora hispana de entender la educación, y la vida misma, como un juego susceptible de ser experimentado con la inocencia propia de un niño o niña que goza con abandono la hora del recreo.
Manuel Luis Sánchez Montero, considerado como uno de los mejores docentes españoles por sus pares, se une a la caballada. En su libro “En clase sí se juega” (2021), plantea: “El juego es un claro elemento del que debe valerse la pedagogía para usarlo en beneficio de la formación del niño”. Es hora, pues, de reivindicar los espacios educativos como territorios de libertad y sana diversión.
(CONTINUARÁ LA SEMANA ENTRANTE)
Las Águilas le harán frente a Toluca, que las derrotó en el último duelo de…
Alemania prepara una lista de búnkeres y refugios para su población ante escalada de tensiones…
Los asistentes a la Feria Querétaro 2024 podrán contar con el servicio de Qrobus para…
La Asamblea Nacional de Nicaragua aprobó una ley que ordena al sistema financiero nacional desconocer…
Utilizar envolturas reciclables, iluminación más eficiente y decoraciones basadas en elementos que provienen de la…
EUA suspendió temporalmente las importaciones de ganado vivo mexicano, ya que se identificó un caso…