En este espacio he comentado varias veces sobre la importancia del periodismo en la cobertura de situaciones de emergencia y el valor fundamental que tiene nuestra profesión para explicar los hechos y no solo narrar las consecuencias.
La cobertura de emergencias siempre tendrá un antes, un durante y un después, y en cada periodo de tiempo debemos identificar las responsabilidades políticas, las consecuencias económicas y el impacto social, incluyendo también aquellos sectores que pueden resultar beneficiados con el desastre.
En principio, los medios locales cayeron en la trampa de la autoridad que minimizó el tamaño del meteoro y no hicieron una buena cobertura previa para alertar a la población sobre la amenaza que venía.
Los medios y periodistas que llegamos a Acapulco horas después del paso de Otis no dimensionamos el tamaño del desastre que dejó y pudimos atestiguar los enormes daños.
Muchos colegas llegaron a Acapulco sin haber tenido previsiones suficientes y con víveres insuficientes, sin considerar la falta de energía eléctrica y las consecuencias que esto trajo en las comunicaciones.
Los medios estuvieron imposibilitados para enviar información vía telefónica, para enviar notas y fotos por correo o a través de un Drive digital porque no había señal de Internet.
Algunas televisoras padecieron por la incomunicación porque no podían subir su señal a través de dispositivos como Live U, CBK o cualquier otro que requiera necesariamente una conexión web.
Esto significó que la audiencia no recibiese información completa en las primeras horas posteriores a la tragedia y muchos medios perdieron horas valiosas teniéndose que trasladar a Chilpancingo.
También ganó la premura, la falta de organización con las redacciones, motivada por la incomunicación, lo cual afectó la calidad y el flujo de la información para varios medios.
Y también nos faltó hacer un periodismo preventivo, alertar a nuestras audiencias sobre los peligros inminentes y mostrar, por ejemplo, que el Atlas de Riesgo del Ayuntamiento de Acapulco afirma que existe nulo riesgo de que el puerto sea impactado por huracanes categoría tres, cuatro o cinco.
Un documento del Centro Nacional de Prevención de Desastres de la Secretaría de Gobernación también afirma que el riesgo de impacto de un huracán de alta intensidad es muy bajo.
Es decir, los gobiernos ya habían minimizado el peligro y eso derivó en un exceso de confianza que provocó que los daños de Otis fueran mayores, simplemente porque no hubo previsión y los medios no lo vimos antes.
Aquí les comparto esta nota, que debimos (me incluyo, por supuesto) publicar antes.
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*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”. Conduce el programa “Periodismo hoy”, que se transmite los martes a las 13:00 h, por Radio Educación.
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