El queretano que traicionó a la Constitución…

La inconstitucional renuncia del queretano arturo zaldívar lelo de larrea (así, con minúsculas) al cargo de MINISTRO (así, con mayúsculas) de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y la imagen de su reunión con Claudia Sheinbaum, difundida por ella misma dos horas después del anuncio, probaron con contundencia la deslealtad de este hacia la CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS (así con mayúsculas) que juró defender y que representaba la razón de ser de su encargo.

Fue un acto de traición porque la Carta Magna consigna, en su artículo 98: “Las renuncias de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia solamente procederán por causas graves”.

Fue un acto de traición y una deshonra a su investidura porque en lugar de llevar a cabo su principal deber -mantener la primacía constitucional y una absoluta independencia en sus decisiones jurisdiccionales- optó por sumarse “a la consolidación de la transformación en México” … es decir, al proyecto político del presidente de la República y de su partido Morena.

Sus constantes visitas casi a escondidas a Palacio Nacional cuando presidía la Corte, fueron un acto de traición; al igual que sus posturas sobre la revocación del mandato, la Ley de la Industria Eléctrica, la transferencia de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional y -especialmente- la intentona de ampliar dos años más su período en la presidencia.

Fue un acto de traición porque, de acuerdo con los Principios básicos relativos a la independencia de la judicatura de la ONU, “Los jueces resolverán los asuntos que conozcan con imparcialidad, basándose en los hechos y en consonancia con el derecho, sin restricción alguna y sin influencias, alicientes, presiones, amenazas o intromisiones indebidas, sean directas o indirectas, de cualesquiera sectores o por cualquier motivo”.

Fue un acto de traición porque si bien se le reconocían, con base en la Declaración Universal de Derechos Humanos, sus libertades de expresión, creencias, asociación y reunión; pasó por alto que “en el ejercicio de esos derechos, los jueces se conducirán en todo momento de manera que preserve la dignidad de sus funciones y la imparcialidad e independencia de la judicatura”.

Fue un acto de traición porque tenía garantizada su inamovilidad y su permanencia en el cargo, su independencia, su seguridad, una jugosa remuneración, una pensión y condiciones de servicio y de jubilación más que adecuadas; como rezan también estos principios básicos.

Fue un acto de traición porque, si hablamos de los Principios de Bangalore sobre la conducta judicial, debió “defender y ejemplificar la independencia judicial tanto en sus aspectos individuales como institucionales”: “Un juez no sólo estará libre de conexiones inapropiadas con los poderes Ejecutivo y Legislativo y de influencias inapropiadas por parte de los citados poderes, sino que también deberá tener apariencia de ser libre de las anteriores a los ojos de un observador razonable” y porque “Un juez exhibirá y promoverá altos estándares de conducta judicial, con el fin de reforzar la confianza del público en la judicatura, que es fundamental para mantener la independencia judicial”.

Fue un acto de traición porque, como subrayan dichos principios, “Un juez deberá asegurarse de que su conducta está por encima de cualquier reproche a los ojos de un observador razonable”.

“Un juez evitará la incorrección y la apariencia de incorrección en todas sus actividades (…) Particularmente, un juez se comportará de forma consecuente con la dignidad de las funciones jurisdiccionales”.

Fue un acto de traición porque cambió la toga por un chaleco de siervo de la nación.

Fue un acto de traición porque olvidó que en sus venas corre sangre queretana… sangre de la tierra que parió precisamente a nuestra ley suprema.

¿Estado de Necesidad vs Estado de Derecho?