GURÚES

Educar es a la vez jugar (parte 4)

Como he sugerido en esta serie, educar y jugar son dos caras de una misma moneda. Sin embargo, es el momento oportuno para preguntarnos: ¿cuál es el propósito de la educación misma? Para Martin Luther King, su fin debería consistir en enseñar a los alumnos a pensar de manera crítica. No obstante, desde la óptica aristotélica pensar sin sentir sería insuficiente, ya que para educar la mente hay que educar también el corazón.

El sociólogo británico Herbert Spencer aborda el tema educativo desde una óptica distinta. Para él, resulta fundamental impulsar al estudiante a la acción. Benjamín Franklin comparte esta idea razonando de la siguiente manera: “Dímelo y lo olvidaré; enséñamelo y lo recordaré; involúcrame y aprenderé”.

Si la educación es acción, el juego también lo es. Y esto es, precisamente, lo que buscamos los educadores: que, a través de la experiencia didáctica, niños y jóvenes lleven a la práctica las competencias que habrán de sacarlos adelante. Roger Schank, un educador recientemente fallecido, fue un férreo defensor de la filosofía del aprender haciendo. “Los estudiantes -argumentaba- solo pueden aprender con experiencias. Les tienes que poner situaciones que sean interesantes para ellos. El aprendizaje sucede cuando alguien desea aprender, no cuando alguien quiere enseñar” (Citado por Sánchez Moreno en “En clase sí se juega”, 2021, p. 51).

A manera de ejemplo, el martes pasado invité a mis alumnos de agronomía de la Universidad CEICKOR a realizar una práctica fuera del aula. Aprovechando que nuestro campus se ubica en un rancho en los alrededores de la Peña de Bernal, los conduje a un bosque cercano, en donde puse a prueba su habilidad para trabajar en equipo. Para ello, les señalé un sendero que habrían de recorrer con los ojos vendados. Una vez que idearon una estrategia para abordar el reto que les había asignado, hubieron de sortear a ciegas árboles, peñascos y otros obstáculos. Yo, por mi parte, los vigilaba a distancia para prevenir posibles percances.

Les tomó alrededor de 30 minutos completar su recorrido, el cual realizaron de manera exitosa. Antes de cerrar la sesión, les compartí mis impresiones sobre la forma en que se coordinaron para acompañarse unos a otros a lo largo del proceso, ya que fueron capaces de gestionar con efectividad sus emociones a pesar de la dificultad del reto. Sus rostros, iluminados, revelaban lo satisfactorio y divertido que les había resultado la experiencia. Este ejercicio, al igual que otros practicados a lo largo del semestre, les ayudará en la tarea de liderar sus equipos de trabajo cuando se incorporen al sector productivo tras finalizar sus estudios.

Como podemos constatar, el aprendizaje lúdico se manifiesta por medio de acciones significativas a la vez que placenteras. Sánchez Moreno señala que dicha manera de aprender “nos hace descubrir nuestros puntos débiles y fuertes y nos da la oportunidad de mejorar” (ibid., p. 59). En la misma línea, Imma Marín -una consultora de instituciones educativas- se expresa así en su libro “¿Jugamos?” (2018): “Soy una de esas personas firmemente convencidas de los poderes del juego para transformar la educación. Porque el juego, más que formar, tiene la capacidad de transformar a las personas y sus contextos, ofreciéndonos una nueva mirada de nuestro entorno y, con ella, una forma diferente de amar y de vivir la vida” (p. 11).

(CONTINUARÁ LA SEMANA ENTRANTE)