A escasos días del arranque de las precampañas de quienes aspiran a la Presidencia de la República me pregunto con preocupación si esto es lo que merecemos los mexicanos y qué le espera al país por los próximos seis años.
De entrada, la crisis constitucional en el estado de Nuevo León generada por Samuel García constituye una irresponsabilidad mayúscula de una gravedad monumental, que sienta un peligroso precedente en el país.
Su conducta inmadura y superficial demuestra que podrá ser célebre en las plataformas sociales y tener una esposa popular en Instagram, pero en asuntos del Estado su saber y experiencia son nulos… en resumen, ejemplifica lo que Umberto Eco describió con precisión: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.
Por otro lado, Claudia Sheinbaum, quien de acuerdo con las encuestas se posiciona a la cabeza, significa la continuidad de lo que hemos padecido con Andrés Manuel López Obrador: la destrucción del Estado de Derecho, el desprecio a las instituciones, la diseminación del odio, la polarización social y el autoritarismo.
Y Xóchitl Gálvez representa a un partido que, con el paso de los años, ha ido sepultando los principios que lo vieron nacer; de lo contrario cómo explicar la relación carnal con un partido hegemónico desahuciado, tan repudiado que incluso a ella misma le provoca lapsus mentales: “Hay muy malos priistas que yo no trabajaría… como ‘Alito’”; y que, además, acoge a figuras como Vicente Fox que se supone sería expulsado de sus filas y que trae a la memoria el que los migrantes mexicanos hacen trabajos “que ni siquiera los negros quieren hacer”, el “toallagate”, los Amigos de Fox, Oceanografía… y cuya misoginia no es nueva (baste con recordar las lavadoras de dos patas y el como llamaba a Martha Sahagún con chiflidos de arriero; fui testigo de esto último durante una gira presidencial a Querétaro, nadie me lo contó).
Ojalá que con el arranque formal de las campañas, las y los electores podamos ver, ya no la descripción de la mujer científica y la historia de la niña de Tepatepec que vendía gelatinas, cual humilde pastorcito que llegó a ser presidente, sino perfiles de estadistas con proyectos políticos serios; que nos convenzan de que respetarán la ley y mantendrán la gobernabilidad, que sacarán al país del hoyo profundo en el que ha caído en las últimas décadas y que podremos vivir en un entorno seguro: sin violencia de género y sin miedo a que nuestras hijas e hijos desaparezcan… de políticas y políticos populistas y desparpajados, bastones de mando, huipiles y tenis fosfo ya ¡estamos hasta la madre!
… ¿O será acaso que es a mí en particular a quien el panorama resulta poco esperanzador porque comienza a invadirme la llamada “depresión blanca” o “blues de Navidad”?
Porque de ser así, para superar el insomnio, la ansiedad, la tristeza, la falta de apetito y el mal humor que me produce lo visto en estos primeros días de precampañas y alcanzar un estado de sosiego, me corresponde a mi seguir los consejos de los especialistas y -en flor de loto, a la luz de una vela y aroma de canela- conectar mi mente, cuerpo y respiración, mientras pronuncio algunos mantras y me repito a mí misma: “Debo fijarme en los aspectos positivos de las personas, porque no todo es negativo”, “Debo perdonarme a mí misma y a los demás”, “No solo yo me siento así, también los otros”… “TODO ESTARÁ BIEN EN EL PAÍS”…
