Límites emocionales y bienestar personal (parte siete y última)

En las entregas previas, he argumentado que una de las prácticas fundamentales para preservar tu bienestar personal es hacerles ver a otros con claridad qué comportamientos consideras aceptables y cuáles no si deseas cultivar una relación familiar, laboral o de amistad saludable. Resulta, pues, importante acotar verbalmente tus límites personales, sean estos físicos (“te agradeceré conservar tu distancia”), emocionales (“si me hablas de esta manera, lastimas mis sentimientos”) o intelectuales (“tus comentarios me parecen fuera de lugar”).

Sin importar lo que hagas, algunos insistirán en salirse con la suya, por lo que continuamente te verás en la necesidad de recordarles que no tolerarás ser tratada de esa manera. Así pues, recurrirán al chantaje emocional (“¿y yo qué te hice para que me trates así?”), al engaño (“¿por qué te lo tomas así? Yo solo estaba bromeando”) e inclusive a la amenaza (“si sigues así, me veré en la necesidad de pedirte que dejes la compañía”). La clave es sostenerte en tu palabra y, si fuese el caso, dar por terminada esa relación.

Los expertos coinciden en que el tipo de relaciones en las que resulta más difícil establecer límites son las familiares, por la sencilla razón de que resulta imposible romper ciertos lazos de parentesco. En su libro “Drama free” (“Libérate de los dramas”, 2023), Nedra Glover Tawwab, una autoridad en el tema, afirma que las relaciones familiares son a menudo disfuncionales y tóxicas.

“Cuando le pregunto a mis pacientes quién los hizo sentir así –observa esta terapeuta–, la respuesta típica se remonta a una experiencia temprana ocurrida en el ámbito familiar”. Lejos de tratar de encontrar culpables, lo que ella procura es ayudarlos a desarrollar habilidades que los lleven a hacerse oír en su disfuncional familia.

¿Cómo saber si creciste en una familia disfuncional? Si algunas de estas frases se aplican a tu historia personal, posiblemente sea este el caso: pretender que las cosas estaban bien cuando no lo estaban, no poner en evidencia la conducta nociva de otros, sentirse obligada a mantener secretos, no poder expresarte emocionalmente, verte rodeado de personas dañinas, recurrir a la agresión para lograr los fines deseados.

¿Qué sucede cuando uno intenta establecer límites personales dentro de la propia familia? Posiblemente recibirás la desaprobación de otros (“estábamos bien hasta que te emperraste en tratar de cambiar las cosas”), te harán sentir vergüenza (“no eres una buena hija”), encontrarás resistencia (“sí, te escucho, pero me vale lo que pienses”), generarás resentimientos (“¿te das cuenta de que lastimaste a papá con tus acusaciones absurdas?”).

En las familias disfuncionales suele darse la codependencia, es decir, sentirse obligado a salir al rescate de aquellos que se meten en problemas, en vez de marcar una sana distancia de su persona. De acuerdo con Glover, acciones como las siguientes resultan sintomáticas: ofrecer ayuda sin que te la pidan, sacrificarse por el bien de los demás, empeñarse en querer cambiar a gente que no desea hacerlo, desahogarse con terceros de lo que está sucediendo, abstenerse de actuar para no lastimar a tal o cual individuo.

¿Cómo liberarse de yugos como los antes señalados? Hay que entender que tengo derecho a decidir con quién elijo relacionarme o lo que haga o deje de hacer con mi tiempo. En pocas palabras, soy libre de determinar lo que quiero hacer con mi vida, sin necesidad de justificarme ante nadie o recibir la aprobación de otros.

Límites emocionales y bienestar personal (parte seis)