El presidente siempre ha mostrado que le gusta leer, que le gusta informarse y le fascina la historia, la que le conviene, claro, así que ignorante no es, pero sí es manipulador.
El presidente podría tomar todos los cursos que queramos sobre cómo funcionan las leyes en el mundo y podría leer con atención todas las leyes vigentes, desde la Constitución hasta el reglamento más reciente de la administración pública, y se mantendrá en sus posiciones inamovibles, como hongo en la tierra.
Al empleado del pueblo no le importan las opiniones que no sean las propias, ni siquiera aquellas que provengan de su equipo de trabajo; no por nada muchas personas abandonaron el barco, porque el presidente no les escucha.
Y no lo hace porque su capacidad de reconocer sus errores está sepultada en lo más profundo de su cerebro y de sus emociones; por eso, su alta intolerancia a la crítica.
Parto de esto que ya sabemos para retomar la intención de desaparecer el Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai), un organismo que tanto le incomoda al presidente.
El presidente ha mentido sistemáticamente cuando habla del Inai, de sus responsabilidades y facultades. Miente cuando dice que el Inai no ha combatido la corrupción, porque esta no está entre sus facultades.
El presidente miente cuando dice que el Inai oculta información, porque seguramente no entiende o finge no entender que no es el instituto el que entrega la información, sino cada una de las dependencias y sujetos obligados por la ley.
Bastaría ver cómo las dependencias federales durante esta administración han sido omisas en entregar información solicitada por cualquier persona, cuando deliberadamente la catalogan como reservada, como lo hizo el mismo inquilino de Palacio Nacional con los contratos de las compras de vacunas contra Covid-19 o los contratos de sus obras monumentales.
El presidente miente una y otra vez al descalificar al Inai y afirmar que no sirve para nada, pero se mantendrá en sus dichos porque es lo que le conviene.
Seguramente habrá resoluciones del pleno del instituto que resultaron contrarias al interés general de abrir información pública y seguramente habrá resoluciones que favorecieron la opacidad. El ejemplo más claro es precisamente cuando el pleno del Inai ratificó la reserva de los contratos públicos sobre las vacunas y las megaobras. En ese caso sí le sirvió este organismo autónomo.
No importan las explicaciones, el presidente se mantiene firme como hongo en querer desaparecer al Inai, aunque en ello se lleve de corbata uno de los derechos que habíamos ganado en este siglo, el derecho de acceso a la información pública.
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*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”. Conduce el programa “Periodismo Hoy” que se transmite los martes a las 13:05 hrs., por Radio Educación.