GURÚES

Víctima de sí mismo…

El presidente Andrés Manuel López Obrador parece haber perdido el autocontrol, cada día se muestra más incapaz de contener sus propios impulsos; su comportamiento está dominado por las tendencias que le son desfavorables en medios de comunicación y redes sociales… por momentos actúa como desquiciado.

El hashtag #NarcoPresidente lo ha perturbado seriamente: “Lo repito, tuvo 170 millones de vistas y más de la mitad de las vistas, supuestamente, se dieron en Argentina, en Colombia, hasta en Holanda. ¿Quién tiene un aparato de bots, de robots? ¿Cómo? ¿Qué organización? (…) estamos hablando de las grandes ligas del hampa de la política y del periodismo (…) esto tiene una connotación más allá de los grupos opositores del país”. ¿Un complot internacional? “Sí, es una conspiración, es un acto de subversión”, dijo el 9 de febrero.

Y ni qué decir de su conducta el viernes pasado en la mañanera -la cual, por cierto comenzó tarareando: “Buenos días. Buenos días, su señoría. Matatero, tero lá. ¿De qué trata el día de hoy la conferencia? Matatero, tero lá”- ante el reportaje de Natalie Kitroeff, jefa de la corresponsalía del “pasquín inmundo”, sí, del ¡New York Times!, ante el cuestionamiento de Jessica Zermeño, de Univisión, por haber dado a conocer el número telefónico de la periodista.

Un simple “¿Por qué lo hizo?” detonó la furia presidencial con frases como: “Ustedes se sienten
bordados a mano, como una casta divina, privilegiada”, “Por encima de esa ley (de Transparencia) está
la autoridad moral, la autoridad política”, “No puede haber ninguna ley por encima de un principio
sublime, que es la libertad. Prohibido prohibir”, “Si la compañera está preocupada porque se dio a
conocer aquí su teléfono…que cambie su teléfono, otro número, ya”, “¿Quién me va a reparar el daño?
¿Quién le va a reparar el daño a mis hijos, que cuando pongan sus nombres va a salir de que los hijos
de AMLO fueron investigados por recibir dinero del narcotráfico?”, “Aquí no se puede insultar, no se
puede calumniar al presidente de México”, “Y bájenle una rayita a su prepotencia.

Llamar “reverendos hipócritas” a quienes participaron en la “Marcha por nuestra Democracia” fue impropio en un dignatario: “Estos que se manifestaron ahora como paladines de la legalidad, defensores de la libertad y de la democracia, reverendos hipócritas, todos ellos participaron o guardaron silencio cómplice cuando enfrentábamos esas campañas de desprestigio”.

Al igual que su inaudita confesión de haber violado la autonomía del Poder Judicial de la Federación: “Cuando el ministro Zaldívar estaba de presidente de la Corte había más recato. Todavía, cuando había un asunto así de de este tipo (la determinación judicial de que Emilio Lozoya enfrente su proceso en libertad), nosotros respetuosamente interveníamos. (…) Pero cuando se daban estos hechos y estaba Zaldívar, se hablaba con él y él podía, respetuoso de las autonomías de los jueces, pero pensando en el interés general, pensando en la justicia, en proteger a los ciudadanos ante el crimen, hablaba con el juez y le decía: ‘Cuidado con esto’”.

Y sus insultos hacia ¡la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación!: “Llega la señora Piña y dice: ‘Los jueces son autónomos’, o sea, licencia para robar, o sea, hagan lo que quieran, porque así tiene fuerza al interior del Poder Judicial; o sea, es una relación de componendas y de complicidades, como si se tratara de una mafia”, además de su iniciativa para desarticular a uno de los ¡tres Poderes del Estado!

Sus declaraciones se alejan cada vez más del discurso sensato que se esperaría de un jefe de Estado; sin la menor reflexión descalifica todo aquello que la realidad le sorraja en la cara… aunque con ello pisotee las instituciones, el Estado de Derecho, la gobernabilidad y la democracia en el país.

Sencillamente este hombre le ha quedado a deber a la investidura presidencial que legal y legítimamente obtuvo.

López Obrador enfrenta una realidad que no es la que él planeó construir porque se ha topado con una sociedad plural; pretendió una obediencia absoluta al asumirse como el “ungido” para llevar a cabo la transformación del país… el problema fue que disfrazó de “voluntad popular” su propia voluntad y se convirtió en este tirano que hoy luce abatido, víctima de sí mismo.