El presidente López Obrador aseguró la semana pasada que las cosas “van bien” y que las elecciones en México se llevarán a cabo sin problemas mayores, pero ¿cómo van a estar bien si él mismo admitió que más de 500 (sí, ¡Q-U-I-N-I-E-N T-O-S!) candidatos cuentan con medidas de protección? Y sí, de acuerdo con el Reporte de Violencia Política de Integralia, del 1 de septiembre de 2023 al 1 de abril de 2024, se registraron 300 incidentes de violencia política en México, asociados a 399 víctimas; lo que representó 1.8 víctimas al día, en promedio.
En esa fecha, la consultora aseveró que, a poco más de 60 días para la elección, el proceso electoral 2023-2024 ya era “el más violento de la historia moderna de México” y detalló que los entonces aspirantes o candidatos concentraban el 31.8 por ciento de las agresiones; funcionarios o exfuncionarios públicos, el 24.1 por ciento; mientras que políticos o expolíticos, el 22.1 por ciento; el resto de las víctimas habían sido familiares y colaterales.
En ese periodo, Integralia contabilizó 161 asesinatos, 100 amenazas y 85 atentados; el resto de agresiones, de acuerdo con el citado informe, se distribuyó entre secuestros, desapariciones y otras formas de violencia.
La semana pasada, en entrevista con Ciro Gómez en Radiofórmula, Luis Carlos Ugalde -extitular del IFE y director de Integralia- actualizó la cifra a 225 homicidios, 17 secuestros, 21 desaparecidos, 137 atentados y 218 amenazas; además declaró que entre el 25 y el 30 por ciento del territorio municipal en el país, está controlado por el crimen organizado.
Pero López Obrador se matiene, muy quitado de la pena, en su mundo feliz: “Cómo la gente está a gusto, está contenta, no hay motivos para confrontaciones, para violencia, inestabilidad política”, y si bien reconoce que hay que estar al pendiente de la lucha partidista y del enfrentamiento entre bandas, en realidad minimiza la situación.
Y si a lo anterior agregamos que, tanto él como Claudia Sheinbaum, han advertido una y otra vez sobre el riesgo de la compra de votos y de un “fraude técnico”, me pregunto: ¿Cómo quedarnos tranquilos? Y ¿cómo estar contentos, si no tenemos la seguridad de poder ejercer un derecho fundamental como es el votar para elegir a nuestros gobernantes?
Podrán decir misa si quieren, pero las cosas pintan definitivamente muy preocupantes.
Pero una cosa es cierta: la hora cero se acerca y en nuestras manos está el “resetear” nuestro entorno político e iniciar de nuevo… la esperanza no es un concepto que le pertenezca a un movimiento político, es -como bien define la Real Academia Española- el “Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”.
Así que si anhelamos dejar atrás el deterioro en el que se encuentra nuestro país para empezar a reconstruir paso a paso la vida institucional, el Estado de Derecho y el equilibrio de poderes, es a nosotros a quienes corresponde poner un remedio.
Es a nostros a quienes toca enmendar el camino para las generaciones que nos siguen… y a estas compete empezar a construir ya las condiciones que les garanticen un respeto pleno a sus derechos fundamentales para desarrollar el proyecto de vida que anhelan (el cual, por ejemplo, Dante, el niño de 12 años que fue asesinado en Tabasco al resistirse a ser secuestrado, ya no podrá concretar, a pesar de su súplica de “¡No me quiero morir, no me quiero morir!”)… y estamos a unos días de poder hacerlo.
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