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¿A la Chingada? No, para nada…

El ocaso de su gestión como presidente de la República hará de Andrés Manuel López Obrador un hombre más peligroso, especialmente en el mes de septiembre… de concretarse que Morena y sus aliados, vía una sobrerrepresentación que implicaría un abierto fraude a la Constitución de este país, obtengan la mayoría calificada en el Congreso; porque vía “fast track”, el mandatario hará todo lo que le quedó pendiente y, su prioridad, es la reforma al Poder Judicial de la Federación.

Y si bien, a lo largo de estos años, este hombre no ha dado muestras precisamente de respetar la investidura presidencial, porque más bien parece concebir que es él quien le da el valor al cargo y no viceversa, “cosas veredes” con toda seguridad en los próximos días y semanas…

De hecho, comenzamos a verlas al día siguiente de la elección, en la mañanera, cuando, en lugar de dejar que fuera la propia Claudia Sheinbaum quien informará sobre la permanencia en el cargo del secretario de Hacienda, fue él quien reveló la información:

“También celebro que haya decidido invitar por un tiempo, creo que así lo expresó y así lo aceptó, Rogelio Ramírez de la O, el actual secretario de Hacienda, que se quede porque se tiene que presentar el presupuesto el año próximo (…) Entonces, va a estar un tiempo, esto va a permitir facilitar la transición, que no suceda como pasaba antes, que en los cambios se presentaban crisis, eso no se avizora, no se ve; al contrario, se va a fortalecer aún más la economía de México”, por lo que a Sheinbaum solo le quedó salir a confirmar lo anunciado por el presidente.

Pero no solo invadió un espacio que le correspondía a su sucesora, sino que, indebidamente, su secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, lo hizo con el INE -como si se tratara de las épocas del PRI, antes de 1990, cuando el gobierno organizaba las elecciones, vía la Comisión Federal Electoral, encabezada precisamente por la Secretaría de Gobernación- al exponer los resultados que aún eran preliminares… y se atrevió a ir más allá, al advertir que Morena, PVEM y PT tendrían la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, lo que -anticipó- les permitiría reformar la Constitución; incluso mostró un plano electoral, para revelar cómo quedaría el mapa de la República y qué gubernaturas serían guindas.

El martes, López Obrador -por otro lado- garantizó continuidad en el tema de los desaparecidos de Ayotzinapa:

“Hice el compromiso, me lo plantearon, de que, en caso de no avanzar en la búsqueda de los jóvenes y en conocer la verdad, que yo les ayudara a establecer comunicación con la próxima presidenta, y dije que sí (…) que, en caso de no tener los resultados, que nosotros íbamos a ponerlos en comunicación y que posiblemente hiciéramos una reunión conjunta con ellos, con los padres, en la que participara -tenía yo que consultarle, yo creo que no habría problema- la presidenta electa para darle continuidad”.

Y, aunque el lunes de la semana pasada, aseveró: “Y yo debo entregar la banda y adiós, yo me jubilo (…) Además, ya termino mi ciclo. Y sólo que fuese yo un ambicioso vulgar, un politiquero, estaría yo pensando en ser jefe máximo; o caudillo, o líder moral, mesías, como me llamó Krauze, mucho menos cacique. Yo ya termino y no vuelvo a participar en ninguna actividad pública, nada, ni una conferencia. Voy a cancelar mis cuentas en las redes sociales”… así como que no quiere la cosa, deslizó la siguiente frase: “Sólo atendería yo un llamado de mi presidenta, también, haciendo uso de mi derecho a disentir”.

Ahora bien, la primera declaración de Sheinbaum sobre la reforma al Poder Judicial -enmedio del impacto en los mercados financieros de que Morena tendría absoluto control del Legislativo- en el sentido de que todavía no estaba definido, y que su posición era abrirse al diálogo, evaluar la propuesta y, en su momento, aprobarse y que se realizara un parlamento abierto; generó la impresión de que ella tendría el control.

Pero no fue así, su semblante y su declaración en el salón Tesorería de Palacio Nacional (donde se llevan a cabo las mañaneras), después de su reunión con López Obrador, dejaron en claro que la reforma se llevará a cabo en los términos que desea el presidente: en el mes de septiembre, una vez que quede instalado el nuevo Congreso.

La entrega del bastón de mando a Claudia fue pues un acto meramente propagandístico para dejar en claro a sus siervos que ella era la “elegida” y que nadie debía oponerse a sus designios; pero él no va a soltar el poder aunque físicamente se vaya a la “Chingada” en Palenque, Chiapas, porque está obsesionado con cuidar su legado… y será él mismo quien lo haga, mientras viva.

El mensaje del “pueblo bueno y sabio”

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