La empatía es una habilidad social que trae enormes beneficios a quienes la ponen en práctica, pues les permite resonar con el sentir de aquellos que forman parte de sus círculos. Sin embargo, existe una modalidad sumamente nociva de tan deseable cualidad: la “empatía ruin”, identificada por Kim Scott en su libro “Franqueza radical”.
Si bien esta variante es poco conocida, lo cierto es que incurrimos en ella cuando mentimos para no lastimar los sentimientos del otro. Digamos, por ejemplo, que Paloma estrena un vestido nuevo y que se ve tan contenta que pareciera no darse cuenta de que su color chillante no va para nada con su personalidad.
Paloma, quien confía en el sentido del gusto de su hermana Leticia, le pregunta su sentir sobre la reluciente prenda. El primer impulso de Leticia es decirle que, la verdad, no le gusta. Sin embargo, la enternece el radiante rostro de su hermana y, para no echar a perder su felicidad, solo acierta a externarle: “Bien por ti, hermanita, te queda increíble”.
A Leticia le duele darle una respuesta de lo más hipócrita, pero se le hace mil veces preferible a romperle el corazón a la hermana. Si bien la empatía de Leticia es, en principio, digna de reconocimiento, lo cierto es que se trata de una empatía ruin, pues falsamente le ha hecho creer a Paloma que su elección de ropa es la acertada, cuando no lo es. Se ha traicionado a sí misma y la ha traicionado a ella.
Kim Scott propone sustituir la empatía ruin por lo que ella llama FRANQUEZA RADICAL. En este caso, Leticia tendría que ser honesta con Paloma, sin dejar de sentir la alegría que siente por su hermana: “Palomita, me encanta verte tan contenta con tu nuevo vestido, pero, ya que me lo preguntas, te seré sincera: siento que ese color no te va del todo”.
Señalaba en la entrega anterior que los psiquiatras recurren a una técnica similar con sus pacientes: la RESONANCIA EMPÁTICA. Sin dejar de empatizar con ellos, se reservan una dosis de claridad mental que les permita retroalimentarlos de manera útil y objetiva. Ponen atención a las palabras del paciente, pero también dejan que resuene en ellos la emocionalidad de la que vienen acompañadas.
Como podemos constatar, el verbo RESONAR es ampliamente ilustrativo de cómo funciona la empatía. Así como el sonido emitido por la cuerda de una guitarra se amplifica en el interior de la caja de resonancia, la empatía que siento por el otro resuena en mi interior y hace resonar en mí la emoción que mi interlocutor me transmite.
La psicóloga Jennifer Delgado hace un llamado a resonar emocionalmente con aquellos con quienes interactuamos. “Muchas personas -escribe en un ensayo- están físicamente presentes, pero mental y emocionalmente alejadas. Asienten con la cabeza al ver su celular, pero rápidamente se olvidan de lo dicho, pues no están realmente involucradas”.
Para Vinita Vyas (2023), la resonancia emocional supone una conexión emocional profunda, tanto con uno mismo como con nuestros interlocutores. Nos lleva a sentir lo que ellos sienten y a responder de una manera tal que estos se sientan vistos, escuchados y valorados.
(Continuará la siguiente semana)
Referencias bibliográficas: Vyas, V. (2023). “The art of emotional resonance: A critical chapter in the manual of your life”. Medium.com / Delgado, J. “Empathic resonance, the key to helping others avoiding being overwhelmed by their problems”. Psychology Spot.
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