A inicios de 2012, el escritor Sealtiel Alatriste tuvo que renunciar al prestigioso premio Xavier Villaurrutia, luego de que públicamente fuera acusado de haber plagiado a otro autor para escribir el texto que sería premiado.
Curiosamente, el también escritor Gabriel Zaid, principal acusador de Sealtiel, fue evidenciado como plagiario por el periodista René Avilés Fabila.
Una anécdota que desnudó la facilidad con la que los “encumbrados” de las letras mexicanas no tienen empacho en robarse las ideas de otras personas, como sucede con personas que hoy ocupan un asiento en la Suprema Corte de Justicia de la Nación o que fueron presidentes de México, como el caso de Enrique Peña Nieto.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el verbo plagiar de la siguiente manera: “Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”.
Esto es bien común entre quienes se dicen especialistas en comunicación o ‘márketing’ político, donde ya todo está prácticamente dicho, pero hay quienes quieren hacer creer a sus potenciales clientes, que traen ideas innovadoras.
De especialistas en la comunicación, se convierten en simples “‘coaches’ de vida”.
Y esta deshonesta práctica es tristemente una pésima costumbre que diariamente se ve en los medios de información.
Periodistas que se roban la nota de otros y otras periodistas; medios que con toda la desvergüenza, copian y pegan textos completos que se robaron de otros sitios.
Todos los días me encuentro con alguna noticia en algún medio que deliberadamente se robó contenido que generó otro medio y lo hace pasar como propio.
Y no es solo el dato o un párrafo, a veces es la nota completa, las fotos, los audios, los videos.
El mismo año 2012 en que Sealtiel Alatriste fue evidenciado de robarse una obra ajena era el año en que más me tardaba en publicar un reportaje en CNN México, que varios medios digitales ya se habían robado.
Los menos cínicos ponían como crédito “Agencias”, pero hubo quienes solo le quitaron mi nombre para poner el suyo. Aún guardo esas impresiones de pantalla.
El tema es que robarse información o material que genera otro periodista o medio es un acto de deshonestidad, es mentirle a la audiencia, es hacerle creer que hacen su trabajo, cuando en realidad son lo que en el argot periodístico llamamos “copypeistero”, ese barbarismo que nos inventamos al convertir en sustantivo los verbos ‘copy’ (copiar) y ‘paste’ (pegar).
El plagio es abusar deliberadamente del trabajo que alguien más realizó y por el que, además, no recibe ni reconocimiento ni mucho menos el pago que debería recibir.
Tan fácil que es citar la fuente.
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*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”. Conduce el programa “Periodismo hoy”, que se transmite los martes a las 13:05 h, por Radio Educación.