Cuando hablamos de comunicación, generalmente pensamos en dos o más personas intercambiando información e ideas. Los comunicólogos le llamamos comunicación interpersonal. Sin embargo, esta no es la manera más frecuente de hablarnos, pues la COMUNICACIÓN INTRAPERSONAL, es decir, el diálogo interno, la supera por mucho.
Para demostrar lo anterior, me atrevo a afirmar que mientras lees estas líneas, escuchas una vocecita dentro de tu cabeza que te pregunta por qué te digo esto que te estoy diciendo. También estoy seguro de que esa voz solo dejará de hablar cuando te dispongas a dormir esta noche.
Ciertamente, la voz interior ha captado el interés de la humanidad desde tiempos inmemoriales. De ahí que Platón escribiera 300 años antes de Cristo: “Cuando el alma piensa, se encuentra a la vez hablando, ya sea haciéndose preguntas y respondiéndolas, o afirmando y negando”.
Bart Geurts, profesor de Filosofía y Lenguaje en la Universidad de Radboud (Países Bajos), explica que los humanos iniciamos el diálogo interior entre el segundo y tercer año de vida, cuando empezamos a utilizar frases. Lo hacemos de manera natural, pues no lo aprendemos de nadie. De hecho, esta habilidad se encuentra estrechamente asociada a una variedad de funciones psicológicas, incluyendo el razonamiento, la solución de problemas, la ejecución de planes, la atención y la motivación.
Digamos, por ejemplo, que camino al supermercado te dices: “¡Ah, y no se te olvide comprar pasta de dientes, pues ya casi se te terminó!”. En este caso, la voz interior funciona como una guía de acción, ya que al hablar contigo mismo al realizar actividades cotidianas, reforzarás conductas deseables.
El diálogo interno se manifiesta a través de pensamientos que podemos “escuchar” con la parte auditiva del cerebro. Se produce también cuando nos decimos cosas en voz alta. Curiosamente, estamos tan acostumbrados a hacerlo que pocas veces lo volvemos consciente.
En su libro “The science of self talk” (“La ciencia del diálogo interno”, 2018), Ian Tuhovsky explica que la voz en nuestra cabeza no solo expresa pensamientos, sino también emociones. Así pues, cuando nos “echamos porras”, la voz interior se asocia a emociones positivas (alegría, confianza, optimismo), y cuando nos decimos cosas negativas, es porque experimentamos ansiedad, inseguridad, depresión, pesimismo o angustia.
Como ya apuntaba, hablar con nosotros en voz alta es algo que hacemos de manera inadvertida. Sin embargo, también es cierto que procuramos no hacerlo en presencia de otros, para evitar el escarnio. ¿Qué sucede entonces cuando nos topamos en la calle con personas que van hablando solas? Posiblemente se trate de alguien que sufre de alucinaciones auditivas, un síntoma común en trastornos como la esquizofrenia.
Elaine Mead, quien forma parte del Instituto para el Cuidado de la Salud, en Gran Bretaña, describe la comunicación intrapersonal como una narrativa interna sobre cómo nos vemos a nosotros mismos. Partiendo de dicha premisa, te pregunto: ¿cuáles son las historias que te cuentas sobre la persona que eres? ¿Te visualizas como el héroe o la heroína de tu novela de vida? ¿Te ves acaso como una víctima de los villanos que merodean en tu cotidianeidad? ¿O eres quizás el justiciero o justiciera que busca castigar afrentas recibidas? La manera en que respondas me dará una idea bastante aproximada del tono en el que se expresa tu voz interior.
(Continuará la próxima semana)