Un remedio de Santo Tomás de Aquino para aliviar las penas sigue siendo de lo más socorrido: échate a llorar para bajarle a tu dolor. Este consejo cae de perlas cuando se termina una relación de pareja, sobre todo si el desahogo viene acompañado de un par de tequilitas y con una de José Alfredo como fondo: “Cuando te hablen de amor y de ilusiones / Y te ofrezcan un sol y un cielo entero / Si te acuerdas de mí, no me menciones / Porque vas a sentir amor del bueno”. La solución no es mala como tal, pues los expertos estiman que desahogarse es una práctica psicológicamente saludable. El problema es que la cruda luego quién te la quita.
Ya más seriamente hablando, un artículo que leí en días pasados en “The Times” me anima a poner el tema en la mesa. Jean-Claude Chalmet, un psicoterapeuta con 30 años de experiencia de terapia de parejas, identifica los nueve hábitos destructivos que suelen echar por la borda una relación amorosa. “Podemos caer en la obsesión de hacernos cargo de nuestro cuerpo ejercitándolo y comiendo de manera saludable -afirma en su página web oficial- y, a pesar de ello, es la mentalidad negativa la que arruina nuestros pensamientos y vidas”.
BURLA Y DESPRECIO. Recurrir al escarnio es el primero de los hábitos nocivos de pareja y, para Chalmet, uno de los indicadores más seguros de que la relación se está yendo al caño, ya que hace sentir al cónyuge miserable e insignificante. Cuando observa este comportamiento, el terapeuta le pregunta al infractor si encuentra alguna justificación en hacerlo. Invariablemente, resulta ser un recurso marinado en la amargura para “castigar” a la pareja, quien previamente le ofendió de alguna manera.
DESAPROBACIÓN Y CRÍTICA. Este segundo hábito es destructivo porque la crítica recurrente es una manera de poner en tela de duda el proceder del otro. Si bien es posible intentar volver constructiva la crítica, lo cierto es que la acción de criticar busca, a final de cuentas, encontrar una falla en el otro. Esta acción suele revelar, a un nivel más profundo, las inseguridades de aquel o aquella que las expresa. La forzada lógica es: “Criticarte me hace sentir más segura”.
En mi práctica como coach de negocios he encontrado que la clave para expresar una satisfacción no estriba en “aventarle la piedra” al interlocutor, por delicada que sea la manera en que lo hagamos, sino en compartirle cómo me siento cuando él o ella hace o dice tal o cual cosa: “Tengo la impresión de que cuando no estoy de acuerdo contigo en algo sueles tomarlo como algo personal, lo cual me hace sentir que dudas de mis intenciones, por lo que a veces prefiero quedarme callado en vez de llevarte la contra, para que no te sientas ofendido. Esto no me parece justo, ni para mí ni para ti. ¿Crees que podríamos hablar al respecto?”.
APLICAR LA ‘LEY DEL HIELO’. Este hábito es nocivo porque coloca al “ofendido” en el papel de mártir, cuando no dirigirle la palabra a la pareja es en realidad un mero recurso para convertirla en el ‘látigo de su desprecio’ en vez de hacerle frente a la situación. Es una práctica errónea simple y sencillamente porque el silencio no evita, sino prolonga el sufrimiento. Cuando esto suceda, convendrá preguntar con delicadeza al silente cuál es la causa de su insatisfacción.
Continuaré con el listado de hábitos nocivos la próxima semana.
Referencia bibliográfica: Maxted, A. (2024). “Are you a sulker, a critic or a nag? The 9 bad habits that ruin relationships”. The Times (Londres). Edición del 23 de Agosto.
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