El siguiente testimonio, publicado anteayer por el diario británico “The Guardian”, fue compartido por una paciente a su psicoterapeuta. Nos da una clara imagen de una relación de pareja apenas sostenida por alfileres:
“Mi pareja y yo llevamos juntos 20 años. Puesto que nos amábamos, nuestra vida sexual era ardiente, romántica, espontánea y consistente hasta que dejó de serlo. Si yo tomaba la iniciativa en cuestión de sexo, él se mostraba reticente. Finalmente, me enteré por qué: él me había estado engañando con la prima de un amigo mutuo desde mucho tiempo atrás. Primero, me sentí humillada y confundida, y, posteriormente, devastada y enfurecida. Lo confronté y me confesó que lo había hecho porque se sentía atrapado por mí, por lo que su amistad con la otra mujer se había tornado en algo romántico…
“Aún vivimos juntos y dormimos en la misma cama; nuestra relación continúa como antes, solo que ya sin el sexo. En general, desearía que las cosas volvieran a ser como antes, aunque sé que esto ya no es posible. No soporto sentirme rechazada y añoro una vida sexual de nuevo. Si es con él, bien. Y si no, espero conocer a la persona indicada para iniciar una vida nueva y plena” (mi traducción).
Pamela Stephenson Connolly, la terapeuta que comparte esta historia, explica que cuando la parte ofendida opta por quedarse, aún a sabiendas de que prolonga su infierno, suele deberse a cuestiones de vulnerabilidad financiera, para no perjudicar a los hijos o por el temor de empezar una vida nueva. A esta paciente la aconsejó a atreverse a salir en búsqueda de la felicidad deseada.
La vida de pareja ha tomado sus recovecos. Pongamos el caso de las parejas LAT, cuyas siglas significan en inglés ‘Living Apart Together’ (“juntos viviendo aparte”), las cuales llevan una relación estable, solo que viviendo cada uno por su lado. Lo cierto es que este tipo de relación nada tiene de nuevo y técnicamente se le conoce como “parejas sin domesticidad común”.
Trost y Levin (1999) investigaron a informantes en dicha situación. En uno de los casos, la mujer vivía en Noruega y el marido en Canadá. En otro caso, uno y otro vivían a 30 kilómetros de distancia. Ella afirmaba que prefería estar sola entre semana, ver a su cónyuge el fin de semana y pasar vacaciones juntos. Entrevistado por el diario hispano “El Correo”, el sociólogo Luis Ayuso sostiene que las parejas LAT son exitosas porque el tiempo de calidad compartido afianza más sus vínculos. “Tener menos discusiones -agrega- aviva la chispa de un amor que permite a cada uno tener su propia rutina”.
Juntas o no, las parejas felices se distinguen por dos virtudes fundamentales, a decir de John y Julie Gottman, expertos en el tema: a) son buenos amigos, y b) abordan sus conflictos de manera amable y positiva. Connie Chung, una figura mediática estadounidense, confirma lo anterior. Esta semana declaró a “The Washington Post” que ella y Maury, su cónyuge cumplieron 40 años de casados gracias a que poseen un sentido del humor peculiar, aderezado con otros ingredientes.
Chris, mi esposa, y yo, igual que Chung, celebramos en mayo pasado 40 años de feliz matrimonio, con los consabidos altibajos. Sin embargo, creemos cumplir con las dos virtudes identificadas por los Gottman.
(Continuará la próxima semana)
Referencias bibliográficas: Gottman, J. (et al.) (2006). “Ten lessons to transform your marriage”. Nueva York: Crown Publishers. / Trost, J., Levin, I. (1999). “Parejas sin domesticidad común”. Revista “Desacatos”, CIESAS, México.
