He sugerido en esta serie que el secreto fundamental para sacar adelante una relación de pareja es la sana comunicación entre ambas partes. Si bien son de esperarse los malentendidos ocasionales y las conversaciones no del todo satisfactorias, si se cultiva el hablar y escuchar espontáneo y cotidiano, la relación seguirá siendo sólida, asumiendo que no haya fisuras en otros terrenos, como el de la confianza mutua y el de la satisfacción sexual.
En su libro “Amores altamente peligrosos” (2018), el psicólogo clínico Walter Riso subraya la importancia del vínculo comunicacional. “Sin llegar a la verborrea insufrible de los que necesitan discutir y aclarar cosas todo el tiempo -plantea el autor- hay que dejar el canal abierto y la antena desplegada. Las conversaciones con la media naranja siempre son recomendables si no son agresivas. Cuando no hay diálogo, la relación se vuelve muda y sorda, es decir, se acaba” (p.10).
El primer gran reto que deben afrontar las parejas jóvenes es la transición exitosa de la fase inicial del enamoramiento hacia la cimentación de la relación amorosa. Para ello habrá que partir de la premisa de que el amor y el enamoramiento son dos cosas enteramente diferentes. Este último es, en esencia, un estado psicobiológico de atracción sexual pródigo en sensaciones corporales. El “sentir mariposas” en el estómago, síntoma por excelencia de este etapa, es fruto de una intensa descarga hormonal en la que intervienen neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina y la serotonina, que llevan a los enamorados a sentirse en “el séptimo cielo”.
En un ensayo alusivo al tema, Michel Olguín Lacunza puntualiza algunas distinciones entre el amor y el enamoramiento: a) el enamoramiento puede generar una ansiedad similar a la de una adicción hacia la persona que es objeto de afecto, por lo que se puede volver obsesivo; b) el amor es un sentimiento maduro, estable, sereno y consciente que se traduce en un genuino interés por el bienestar del ser amado, c) con el paso del tiempo, el amor evoluciona hacia una profunda amistad de pareja, susceptible de extenderse de manera ilimitada en el tiempo o, como dice la ‘vox populi’, hasta que la muerte nos separe.
Walter Riso sostiene que el amor no solo se demuestra mediante la satisfacción sexual, sino por medio de la convivencia cotidiana, ya que el vínculo afectivo se construye a base de voluntad. Como él sostiene, es necesario el “querer querer” (op. cit., p. 6), compromiso que se sustenta en ingredientes como los a continuación enlistados.
DESEO / ATRACCIÓN, manifestado por la inclinación espontánea a estar con la persona amada, no en términos de una adicción enfermiza, sino por el simple deseo de hacernos compañía. HUMOR / SINTONÍA, exteriorizado a través de gustos y fascinaciones compartidas. ADMIRACIÓN, puesto que sin admiración no hay amor. No se trata de caer en un culto a la personalidad pues, como observa Riso, la idea es
“sentirse contento y orgulloso de estar emparejado” (p. 10). SENSIBILIDAD / COMPASIÓN por el ser amado: sentir su dolor y alegrarse por su alegría. RESPETO a las necesidades y deseos del otro. Y, finalmente, COMUNICACIÓN, sin duda el ingrediente fundamental de la relación amorosa, como estipulé en las frases de entrada.
(Continuará la próxima semana)
Referencias bibliográficas: Olguín Lacunza, M. (2023). ¿Cómo distinguir el enamoramiento del amor? Revista “UNAM Global”, edición del 10 de septiembre. / Riso, W. (2018). “Amores altamente peligrosos”. CDMX: Planeta.
