Si te pidiera imaginarte el futuro, ¿en qué sería lo primero en que pensarías?, ¿en un mundo en el que la Inteligencia Artificial ha tomado las riendas del destino o en un lugar en el que nuestra conciencia colectiva nos ha llevado a disminuir sustancialmente el cambio climático? La primera opción sería, sin duda, la favorita de los pesimistas. Cierto, esto no quiere decir que el escenario catastrófico no pueda suceder; el problema consiste en echarle el cerrojo a las posibilidades de cambiar de rumbo.
Frederik Pferdt, impulsor del laboratorio de innovación de Google, aboga en un libro reciente por un estado mental enfocado hacia el futuro. Propone que, en vez de considerar el porvenir como un viaje cuesta arriba, lo visualicemos como un objetivo a nuestro alcance. Me parece que dicha postura es optimista a la vez que realista: optimista, porque se encuentra abierta a que sucedan cosas, y realista, porque supone voltear hacia adelante sin abandonar tierra firme.
Argumentaba en alguna ocasión en este espacio que, si bien es mejor contemplar el vaso medio lleno y no medio vacío, resultará más productivo optar por acabar de llenarlo para tener un vaso lleno (“El mito del vaso medio lleno”, “Códigoqro”, junio 1, 2017).
La acción llenadora nos transforma en partícipes activos del destino, en vez de quedarnos conformándonos con ver los toros desde la barrera. Quizás no podamos controlar lo que no está en nuestras manos, pero lo que sí está en control nuestro es cómo sentirnos al respecto.
La visión pesimista del futuro nos condena al pensamiento de “es demasiado tarde para cambiar el rumbo” y “no se me ocurre qué más podríamos hacer”. En cambio, el optimismo realista reconoce que, si bien la situación actual dista de ser la ideal, inevitablemente llegará el momento en que las cosas cambien, sobre todo si me aboco a que esto que ahora visualizo en el terreno de las posibilidades en verdad suceda.
Pferdt nombra a esta última condición “mantener el futuro cerca”, ya que si nos esforzamos por no perderlo de vista, podremos influir en la manera en que se manifieste.
“Más que un pensamiento orientado al resultado -afirma el futurólogo de marras-, es un proceso en crecimiento que te impulsa a hacer uso de tu imaginación para ver más allá de lo que está en el camino” (p. 30, mi traducción).
Retomando la metáfora del vaso medio lleno, la acción de proceder a llenarlo nos faculta a labrar el futuro a través de elecciones conscientes, alimentadas por la imaginación y la creatividad. Es posible que lo que imagines no llegue a suceder, pero si te concentras en no perder de vista el balón, siempre estarás listo para la siguiente jugada.
Otra manera de tener el futuro a tiro de piedra es empezar a aprehenderlo como MI FUTURO. Esto implica cambiar la pregunta “¿de qué manera se darán las cosas?” por la de “¿qué tendría qué hacer YO para que lo que deseo que suceda en MI VIDA en efecto suceda?”. Es decir, si tomo el futuro en mis manos, como si fuera un niño pequeño, y lo traigo a mi territorio personal, estaré en condiciones de interrogarlo en directo: “¿QUÉ NECESITO MANTENER Y CAMBIAR EN MÍ PARA MANTENERTE A TI, MI FUTURO, A TIRO DE PIEDRA EN MI VIDA?, ¿QUÉ TENDRÍA QUÉ HACER YO PARA QUE AMBOS CAMINEMOS A LA PAR, EN VEZ DE PASARME LA VIDA PERSIGUIÉNDOTE DE MANERA FRENÉTICA?”.
(Continuará la siguiente semana)
Referencia bibliográfica: Pferdt, F. (2024). “What’s next is now: how to live future ready”. Nueva York: Harper Business.