Mis nietos son niños alegres, sonrientes y llenos de energía. Como típico abuelo, me especializo en consentirlos y mimarlos. De los tres, el mayor acaba de cumplir ocho años y el más pequeño dio sus primeros pasos la semana pasada. Los tres, hombrecitos todos, son orgullosamente queretanos. En lo que a mí respecta, me siento sumamente satisfecho de la vida hasta ahora transitada. Trato de aprender de mis errores y celebro mis éxitos, consciente de que estos últimos han sido posibles gracias al impulso de mis seres cercanos.
Creo firmemente en el significado de fondo de la frase que da título a la serie que hoy concluye, -“un optimismo sazonado de realismo”– y al final explicaré por qué la relaciono con mis amados nietos.
Quienes se definen a sí mismos como realistas suelen tacharnos de ingenuos a quienes decimos ser optimistas. Razón no les falta: saben bien de lo que hablan porque tienen los pies bien puestos sobre la tierra. Sin embargo, los optimistas en modalidad proactiva también lo sabemos estar. La diferencia estriba en que el realista en grado extremo deriva un enorme placer en poder decir “¡Se los dije, pero nadie me hizo caso!”. Más modestamente, los optimistas prácticos nos conformamos con señalar: “Tal vez no se llegue a dar lo que aspiro a que suceda, pero haré lo imposible por apuntalarlo con acciones directas y específicas”.
Flavia Broffoni es una prestigiada activista ambientalista, dedicada en cuerpo y alma al tema del cambio climático. La descubrí recién gracias a Camelia Lamadrid, coordinadora académica de la universidad agronómica CEICKOR, en la que ambos laboramos. Basada en profusas investigaciones, Broffoni, quien no se anda por las ramas, presenta un futuro de pesadilla en su libro “Extinción” (2020): “La evidencia que tenemos ante nosotres (sic) sugiere que estamos encaminados a niveles perturbadores e incontrolables de degradación ecosistémica y esto provocará caos social, hambre, destrucción, migración, enfermedades y guerra… Eso que llamamos civilización… se desmoronará de forma inevitable durante el lapso de nuestras vidas. Enfrentamos un escenario inevitable de fragmentación social violenta”. (op. cit., p.15).
Estarás de acuerdo en que sería difícil tener una visión más pesimista del futuro que esta. No obstante, Broffoni ha dejado atrás su fatalismo realista sin dejar de claudicar su contienda. Al presentar su más reciente libro, intitulado “Colapso” (2024), se declaró firme creyente en la ESPERANZA EN ACCIÓN: “(Mi nuevo libro) es una apuesta humilde, pero radical para fortalecer el espíritu, construir alternativas y dar las luchas imprescindibles”. Es decir, se ha sabido incorporar al club de los optimistas sazonados de realismo.
Para finalizar me pregunto: ¿En qué mundo habitarán mis nietos cuando se conviertan en ciudadanos del planeta? ¿En el futuro de pesadilla que anticipaba Broffoni en “Extinción” o en el futuro igualmente incierto que ella prefiere ahora contemplar desde la esperanza activa? Siendo fiel a mi optimismo realista, claramente prefiero el segundo escenario para mis queridísimos nietos. En lo que respecta a quienes, como yo, ya vamos de salida, seguimos dando guerra. Y, sobre todo, lo bailado nadie no los quita.
Referencias bibliográficas: Broffoni, F. (2024). La crisis climática traerá migraciones y cambios, pero apuesto a la esperanza activa. “Infobae”, edición del 19 de agosto. / Broffoni, F. (2020). “Extinción: la supervivencia de la humanidad en juego” Buenos Aires: Penguin Random House.