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jueves, marzo 6, 2025
    GURÚESLa magia de la resonancia: conexión en armonía (parte tres y última)

    La magia de la resonancia: conexión en armonía (parte tres y última)

    Si hubiésemos de referirnos a los tiempos actuales con una sola palabra, esta sería sin duda “aceleración”, ya que el sentido de urgencia pareciera siempre acompañarnos. Y, a decir verdad, venimos cargando con semejante sensación desde los inicios de la modernidad, cuando Rousseau confesó sentirse en medio de un torbellino social en la Francia revolucionaria.

    En su libro “Aceleración social” (2013), el filósofo alemán Hartmut Rosa puntualiza que la relación entre la rapidez y la efectividad se consolidó en 1908, cuando Henry Ford introdujo la novedosa modalidad de ensamblaje en cadena del Ford T en su planta de Michigan.

    Para Rosa, la aceleración de la vida es inevitable e inútil sería resistirse a ella. Mejor nos irá, plantea, si buscamos cómo sobrellevarla. En “Resonancia: una sociología de la relación con el mundo” (2019) identifica un rango de posibilidades, en cuyo polo negativo ubica a la alienación, caracterizada por el desaliento, la desconexión y el aislamiento. En el polo opuesto sitúa a LA RESONANCIA, manera en que nombra la sensación de sentirnos vivos cuando vibramos en armonía con nosotros mismos, el mundo y nuestros semejantes.

    El pensador germano asocia la resonancia con el estado psicológico de flujo (“flow”), identificado por el sociólogo estadounidense Mihaly Csikszentmihalyi. Al fluir, nos involucramos a tal grado en una actividad de nuestra predilección que nada más pareciera importarnos mientras la realizamos, pues genera una intensa satisfacción. Un alpinista, convencido de que el montañismo es capaz de extraer lo mejor del ser humano, expresa así sus sentimientos: “Nadie te distrae o te impide que pongas tu mente y tu cuerpo bajo la tensión tremenda de conseguir llegar a la cima […] Tus camaradas están ahí, pero todos sienten lo mismo, todos están unidos […] Un lazo así con otras personas es en sí mismo el éxtasis”.

    Según interpreto, la resonancia es un signo de vitalidad, energía y deseos de vivir, por lo que le encuentro un parecido con el sentimiento de júbilo. Brené Brown describe a este último como una intensa sensación de placer, apreciación y conexión espiritual. “En el goce del júbilo -precisa la académica tejana- los colores nos parecen más brillantes; los movimientos físicos, más libres y sencillos, y la risa surge de manera involuntaria”.

    Asocio también a la resonancia con una técnica espiritual ampliamente difundida: la atención plena o “mindfulness”. De acuerdo con Jon Kabat-Zinn, dicha modalidad de percepción es una manera de vivir en armonía con nosotros mismos y con el mundo. “La práctica de la atención plena -señala este- es simplemente el descubrimiento constante del hilo de la interconexión […] Subimos a un mirador desde el que podemos percibir la totalidad de forma más directa y acunar el constante fluir de momentos presentes en el seno de la conciencia”.

    ¿Admite Hartmut Rosa la posibilidad de una resonancia disonante? Así responde el catedrático teutón: “No distingo entre resonancias positivas y negativas, sino que defino lo que también podría interpretarse como una resonancia negativa, un vínculo repulsivo con el mundo”. Habría que evitar, por lo tanto, dicha variante de conexión fallida con nuestros semejantes.

    Otras referencias bibliográficas: Brown, B. (2021) “Atlas of the heart”. Nueva York: Random House. / Kabat-Zinn, J. (2009). “Mindfulness en la vida cotidiana”. España: Espasa. / Csikszentmihalyi, M. (2000). “Fluir (flow): una psicología de la felicidad”. Barcelona: Kairós.

    La magia de la resonancia: conexión en armonía (parte dos)

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