GURÚES

Policrisis, un reto global sin precedentes (parte dos y última)

Si de algo sabemos los mexicanos es sobre crisis, pues vaya que las hemos padecido. Si no, ¿cómo olvidar la de 1976, cuando el tipo de cambio se catapultó de 12.50 a 26.50 pesos por dólar? ¿O la del 82, cuando el derrumbe de los precios del petróleo nos llevó a una recesión económica de varios años? ¿Y qué me dirán ustedes del desgarriate del “error de diciembre” en 1994, cuando hubo que recurrir al Fobaproa para revivir a la maltrecha banca mexicana?

Dicho lo anterior, el tema que nos ocupa se refiere a una crisis de diferente factura: la POLICRISIS GLOBAL, término utilizado para describir a la problemática planetaria actual, caracterizada por una serie de crisis que ocurren de manera simultánea, distintas entre sí, pero intrincadas de manera compleja.

He aquí un breve listado: La CRISIS SANITARIA, que en 2020 culminó en la pandemia del Covid-19, ahora endémica, que ha cambiado nuestras formas de vida y cobrado hasta ahora 7 millones de vidas. La CRISIS GEOPOLÍTICA, protagonizada por las grandes potencias y atizada por la invasión rusa de Ucrania y el genocidio de 43 mil palestinos en la Franja de Gaza, la mayoría, mujeres y niños. La CRISIS DE LOS ARANCELES, recién desatada por un impredecible Trump, y que podría llevar a la recesión a varias naciones atrapadas en el fuego cruzado, entre ellas, la nuestra. LA CRISIS CLIMÁTICA, quizás la más complicada de todas, por sus fenómenos meteorológicos extremos, que habrán de desatar la inseguridad alimentaria e hídrica de vastos sectores de la población mundial.

Como podemos ver, la policrisis global es cosa de tomarse más que en serio. Sin embargo, ¿ha llegado para quedarse? No necesariamente, de acuerdo con Michael J. Albert, autor del libro “Navigating the polycrisis” (“Navegar la policrisis”, 2024), siempre y cuando seamos capaces de movilizarnos del miedo hacia la solidaridad.

No obstante, en lo que son peras o son manzanas, la policrisis seguirá en aumento. “Existe el potencial de más escenarios desestabilizadores entre 2025 y 2035 -señala Albert-, entre ellos, un declive de la oferta energética por el aumento de los precios del petróleo y de la demanda de gasolina, el creciente deterioro del caos climático y un sistema mundial alimentario cada vez más frágil aunado a riesgos políticos y financieros de carácter persistente” (p. 132, mi traducción).

A los riesgos anteriores habría que agregar el creciente número de especies animales en vías de extinción por las criminales acciones de un depredador único: nosotros. Fernando Acosta Barriga, autor del libro “La forma en que vivimos” (2019), afirma que estamos experimentando una “aniquilación biológica” de la vida silvestre, que traerá consigo una cascada de consecuencias negativas para el planeta. “Si las tendencias actuales continúan -explica-, hacia finales de este siglo podrían desaparecer hasta la mitad de las especies del planeta” (p. 18), incluidos quizás elefantes y gorilas.

Tanto el colapso de la vida silvestre como el cambio climático son fenómenos propios del Antropoceno, como se da en llamar a la era geológica actual, dominada por los seres humanos. Erle C. Ellis, científico ambiental estadounidense y autor del libro “Antropoceno: una breve introducción” (2022), arguye que hablar del Antropoceno necesariamente implica hablar de una transformación catastrófica del planeta, desencadenada por la supremacía humana. “Reconocer el Antropoceno -argumenta- equivale a reconocer las graves consecuencias globales del cambio climático, las extinciones masivas y otras alteraciones ambientales antropogénicas” (p. 147).

Con semejante plétora de información, ¿qué más necesitamos para empezar a reaccionar frente a la colosal policrisis?