Para los miles de inmigrantes de Axochiapán, Morelos, que iniciaron nuevas vidas en Minnesota en las dos últimas décadas, la celebración por el día de San Pablo, los ayuda a mantener sus raíces y a sentirse como en su casa.
“Es más importante todavía porque nos trajeron aquí”, dijo Apolinar Morales, el mariscal de la celebración de este año, que se fue de Axochiapán en 1989. “Esto hace que no perdamos nuestras tradiciones, que sigan vivas, por más que estemos lejos. Y queremos que nuestros hijos y nuestros nietos se acuerden de esto”.
Calcula que más de una tercera parte de los residentes de Axochiapán emigraron a Estados Unidos, la mayor parte de ellos hace unos 20 años, cuando comenzó la celebración aquí. El festival es particularmente importante para quienes no pueden ir a su ciudad natal para los festejos, que duran un mes, debido a su status inmigratorio.
La mayoría crían hijos estadounidenses para quienes estos festejos son la mayor oportunidad que tienen de sumergirse en su identidad mexicana. Los ayuda a aprender a vivir la fe de sus ancestros en lugar de limitarse a colgar una venerada imagen de San Pablo en un rincón.
“Nuestras familias (en Axochiapán) se sienten felices porque disfrutamos la misma celebración y del mismo modo en que lo hacen ellos, excepto que aquí hace calor”, dijo con una sonrisa Silverio Camilo. En la víspera del festejo, Camilo revolvió con una larga espátula de madera unos 54 kilos de masa de maíz que se cocinaba lentamente en el garaje de su casa suburbana mientras afuera nevaba.
Voluntarios como él no duermen por varios días preparando cenas con tamales de pollo y mole que sirven a las mil 200 personas que participan en las misas, procesiones y bailes en la Iglesia de la Encarnación/Sagrado Corazón del sur de Minneapolis.
“Tener fe es creer que puedes hacer un esfuerzo y a cambio recibes dicha y tal vez una bendición”, en la forma de trabajo, por ejemplo, señaló Camilo, quien era un adolescente cuando vino a Axochiapán hace 22 años.
La leyenda dice que el cuadro milagrosamente se negó a ser llevado a Axochiapán a menos que lo hiciese una procesión de bailarines, de acuerdo con Morales. Ahora, con temperaturas de menos 3 centígrados, bailarines con el torso descubierto avanzan delante de una réplica de la imagen por una tranquila calle de Minneapolis.
Para numerosos fieles, los bailes indígenas son otra forma de expresar la devoción a San Pablo, y de encontrar la paz cuando uno tiene identidades mezcladas.
“Es muy significativo ver el sacrificio, el respeto a este festejo, las oraciones, el mismo baile, que nos identifica como mexicanos”, dijo la bailarina Karla Cortez Ocampo, de 29 años y quien vive desde niña en Minnesota. “Muchos chicos no hablan español bien, pero respetan la participación en el círculo del baile”.
En efecto, la sensación de pertenencia asociada con la fe y sus rituales es crucial para muchas comunidades de inmigrantes.
“La religión ofrece uno de los pocos sitios con una cultura conocida y muchas raíces que tienen disponibles”, opinó el reverendo Kevin McDonough, el sacerdote de esta parroquia tan diversa. Empezó su homilía diciendo que varios cientos de fieles de Axochiapán habían llamado por teléfono para enviar sus buenos deseos para el festejo.
“La gente se siente cómoda” en su casa, dijo Morales. “Nos enorgullecemos de lo que trajimos a Minneapolis. Traje lo mejor que pude”.
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