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El relevante papel del amaranto en la celebración del Día de Muertos

Los colores del huahuitli o amaranto los hacen un elemento indispensable en las ofrendas, el rojo y el verde por ejemplo son muy importantes en la cultura de los pueblos ancestrales

Uno de los ritos que contrasta entre la cultura mesoamericana y la occidental es el Día de Muertos. En México es muy diferente, la gente pone los altares, comida, música y bebida a los que murieron, va a los cementerios a convivir con los antepasados.

En torno a la reflexión de la celebración del Día de Muertos, especialistas analizaron la importancia del amaranto como pieza clave y aprovecharon para resaltar sus usos y la necesidad de reavivar un producto mexicano.

“Los colores del huahuitli los hacen un elemento indispensable en las ofrendas, el rojo y el verde por ejemplo son muy importantes en la cultura de los pueblos ancestrales, el dios de la lluvia permite a la gente que vive en su paraíso denominado Xochitalpan, bajar para visitar a sus deudos, dentro de la comida que se ofrece a los muertos debe haber flor de huahuitli o amaranto” dijo la doctora Cristina Mapes, académica del Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM.

La flor de amaranto ha sufrido variaciones a lo largo del tiempo, aunque aún se presenta en las ofrendas de muchos mexicanos su uso ha disminuido, en contraste el huahuitli llamada así por nuestros ancestros, fue muy apreciado en el mundo prehispánico, los lugares sagrados estaban rodeados de amaranto para enfatizar la importancia del sacrificio.

“En el sistema religioso, tocaba a los tlamacazque o sacerdotes especializados, la labor ritual de sacrificar a las víctimas humanas, nadie más podía hacer esto, pues estaría cometiendo un sacrilegio y un crimen; sin embargo,  la gente común tenía la oportunidad de sacrificar directamente –como una imitación del ritual oficial- a las esculturas de amaranto, procedimiento que se realizaba con la misma solemnidad, con cuchillos de obsidiana o de pedernal”, dijo el arqueólogo Eduardo Merlo Juárez, esto además está plasmado en el libro Amaranto, comida cotidiana y ritual, editado por la Fundación Herdez.

En tiempos prehispánicos era un recurso muy importante, el Códice Florentino así lo demuestra, los mesoamericanos tenían el privilegio de comer la carne divina en forma de figuras de amaranto, pues se creía que de esa materia estaban hechos los dioses. Los pueblos alejados de las sierras o en las selvas, los indígenas siguieron haciendo las figuras sagradas de masa de maíz, amaranto y miel, es decir los tzoalli, pero el potencial era y es mucho mayor que este.

Amaranto, alimento con presente, pasado y futuro

El chef Raúl Tralosheros comparte que en la época colonial se trató de quitar el valor que tenía el amaranto sin tomar en cuenta que no solo era el valor cultural sino también el alimenticio y nutricional, eso hizo que muchas recetas se perdieran, “aunque conocemos su uso tradicionalmente por las alegrías, se relegó a un solo dulce, pero no conocemos todos sus usos ni lo aprovechamos como tal”.

Dijo que es un quelite que se puede mezclar con lo nuevo, lo viejo y bonito, “es para todos los gustos ya que el corazón de la flor es muy agradable y se puede mezclar de muchas formas, permite experimentar y descubrir nuevos sabores”.

Agregó que es una semilla que se puede perder, por ello las nuevas generaciones tienen la labor de darle futuro a la semilla, “este se crea entre todos descubriendo nuevas formas de prepararla”.

Por su parte, la doctora Cristina Mapes, dijo que el amaranto ha atravesado a lo largo del tiempo un largo camino, se trata de una planta originaria de México de la familia amarantácea, con solo tres especies cultivadas, pero con variedad de colores y razas, se trata de un pseudocereal, pues no pertenece a las gramíneas, sin embargo, tiene un alto contenido nutricional, con 13 a 17% de proteína y una fuente importante de vitaminas minerales, calcio y hierro.

Hoy con la semilla de amaranto diversas zonas y entidades de México generan figuras para recordar a los muertos, para atraerlos a sus hogares y compartir un espacio, pero su función en una sociedad como la nuestra debería ser todavía mayor, concluyeron los especialistas.

Con información de El Economista

Colocan ofrendas florales afuera de cada uno de los panteones municipales

El Economista

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